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Memoria de los pobres
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Memoria de los pobres

Recuerdo de san Antonio Abad. Sigui? al Se?or en el desierto egipcio y fue padre de muchos monjes. Jornada de reflexi?n sobre las relaciones entre hebra?smo y cristianismo Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres

Recuerdo de san Antonio Abad. Sigui? al Se?or en el desierto egipcio y fue padre de muchos monjes. Jornada de reflexi?n sobre las relaciones entre hebra?smo y cristianismo


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 2,18-22

Como los disc?pulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vienen y le dicen: ??Por qu? mientras los disc?pulos de Juan y los disc?pulos de los fariseos ayunan, tus disc?pulos no ayunan?? Jes?s les dijo: ??Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio est? con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. D?as vendr?n en que les ser? arrebatado el novio; entonces ayunar?n, en aquel d?a. Nadie cose un remiendo de pa?o sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo a?adido tira de ?l, el pa?o nuevo del viejo, y se produce un desgarr?n peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino reventar?a los pellejos y se echar?a a perder tanto el vino como los pellejos: sino que el vino nuevo, en pellejos nuevos.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El evangelista habla de los disc?pulos del Bautista y de los fariseos, los cuales, con la pr?ctica voluntaria del ayuno, presumen de un ejemplar comportamiento religioso. No se trataba del ayuno obligatorio, de otro modo Jes?s lo habr?a observado. Suced?a que distintos maestros espirituales, como tambi?n los fariseos, optaban libremente por a?adir ayunos voluntarios a los obligatorios. Los fariseos quer?an hacer notar la diferencia entre los dos comportamientos: el que ped?a Jes?s a sus disc?pulos era m?s suave, menos severo que el que ped?an Juan o los mismos fariseos. En definitiva, hab?a en esto una cr?tica no tan velada a un maestro que parec?a poco exigente con los suyos. Jes?s, con un lenguaje parab?lico, responde que los amigos del novio no pueden ayunar mientras ?l est? con ellos; es m?s, es necesario alegrarse y hacer fiesta. Los oyentes pod?an captar en la imagen del esposo las referencias al Se?or y a su relaci?n con Israel, a menudo ilustrada precisamente con la imagen nupcial. En cualquier caso, no es multiplicando los ayunos como cambian los corazones, el coraz?n cambia si acogemos a Jes?s como se acoge al esposo. ?l sabe bien que la salvaci?n y la bienaventuranza se alcanzan haciendo espacio al Evangelio en el coraz?n, y no simplemente realizando pr?cticas asc?ticas. Ciertamente llegar?n tiempos dif?ciles para los disc?pulos, y sabr?n afrontarlos con valent?a porque su coraz?n est? lleno de amor y de fe: saben que su fuerza es el Se?or. Entonces ser? el tiempo del ayuno. Jes?s, con dos im?genes, aclara que no salvan las pr?cticas rituales sino el amor por el esposo y el Evangelio. El Evangelio es el vino nuevo que pide corazones nuevos, es m?s, que hace nuevos los corazones de quienes lo reciben. El coraz?n lleno de s? mismo y de sus propias obras es un odre viejo incapaz de acoger la novedad evang?lica. Y el Evangelio es tambi?n el pa?o nuevo tejido de hilos de amor que no tiene nada que ver con la pieza vieja y desgastada del propio egocentrismo. Los disc?pulos han comprendido que la salvaci?n no est? en gloriarse de las propias obras, aunque sean buenas como el ayuno, sino en el amar a Jes?s por encima de toda otra cosa, como la esposa ama a su esposo.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.