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Memoria de Jes?s crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jes?s crucificado

El pueblo gitano, incluido el de fe musulmana, celebra san Jorge, que muri? m?rtir para liberar a la Iglesia. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jes?s crucificado

El pueblo gitano, incluido el de fe musulmana, celebra san Jorge, que muri? m?rtir para liberar a la Iglesia.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 6,1-15

Despu?s de esto, se fue Jes?s a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiber?ades, y mucha gente le segu?a porque ve?an las se?ales que realizaba en los enfermos. Subi? Jes?s al monte y se sent? all? en compa??a de sus disc?pulos. Estaba pr?xima la Pascua, la fiesta de los jud?os. Al levantar Jes?s los ojos y ver que ven?a hacia ?l mucha gente, dice a Felipe: ??Donde vamos a comprar panes para que coman ?stos?? Se lo dec?a para probarle, porque ?l sab?a lo que iba a hacer. Felipe le contest?: ?Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.? Le dice uno de sus disc?pulos, Andr?s, el hermano de Sim?n Pedro: ?Aqu? hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ?qu? es eso para tantos?? Dijo Jes?s: ?Haced que se recueste la gente.? Hab?a en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en n?mero de unos 5.000. Tom? entonces Jes?s los panes y, despu?s de dar gracias, los reparti? entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus disc?pulos: ?Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.? Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que hab?an comido. Al ver la gente la se?al que hab?a realizado, dec?a: ?Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.? D?ndose cuenta Jes?s de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huy? de nuevo al monte ?l solo.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este pasaje evang?lico narra el milagro de la multiplicaci?n de los panes seg?n el Evangelio de Juan. El evangelista destaca la gran muchedumbre que sigue a Jes?s a causa de los "signos" que realizaba en los enfermos. Intu?an que era un hombre bueno y fuerte que ayudaba y curaba a quien hab?a perdido la salud y la esperanza. Jes?s, por su parte, se daba cuenta de aquella sed de amor. Escribe el evangelista, como queriendo subrayar una actitud de misericordia, que Jes?s "levanta los ojos" y ve a aquella gente que va hacia ?l. No es como nosotros que normalmente dirigimos los ojos solo hacia nosotros mismos y nuestras cosas. Hay que levantar los ojos de uno mismo y reparar en aquellos que sufren y necesitan ayuda. No son los disc?pulos quienes los ven, sino Jes?s, que pide a Felipe d?nde se puede comprar pan para dar de comer a todas aquellas personas. El ap?stol ?nicamente sabe resaltar que es imposible encontrar pan para poderlo dar a tanta gente. Era la observaci?n m?s obvia, pero tambi?n la m?s resignada. Andr?s, presente en el coloquio, interviene y dice que solo hay cinco panes de cebada y dos peces. Pr?cticamente nada. Por eso para ellos no hay nada m?s que decir. Todav?a no hab?an comprendido que "lo que es imposible para los hombres es posible para Dios". Tambi?n nosotros deber?amos recordar muchas veces esas palabras, en lugar de resignarnos tranquilamente frente a las dificultades. Pero Jes?s, que se deja guiar por el amor apasionado por la gente, no se resigna. Les ordena que hagan sentar a la gente. Y se abre la escena de un gran banquete donde todos son saciados gratuitamente. El evangelista recuerda en el gesto y en las palabras de Jes?s la celebraci?n de la Eucarist?a. Aquellos panes puestos en las manos de Jes?s, el compasivo, alcanzan para todos. A diferencia de la narraci?n de los Evangelios sin?pticos, aqu? el evangelista muestra a Jes?s actuando solo; ?l es quien toma los panes, los multiplica y los reparte. Es como subrayar que existe una relaci?n directa entre el pastor y las ovejas. Basta con poner nuestros pocos panes en manos del Se?or para que se produzca el milagro. Sus manos no guardan nada para ?l, est?n acostumbradas a abrirse, a ser generosas. Y m?s a?n: a multiplicar nuestra debilidad. El milagro contin?a si nosotros, como aquel joven, dejamos la mezquindad de los disc?pulos y ponemos en manos del Se?or los pobres panes de cebada que tenemos. La gente quer?a hacerle rey. Pero ?l huy? al monte, solo. Jes?s no quiere desmerecer la urgencia del pan, pero s? subraya la necesidad de alimentarse con un pan eterno: la amistad con ?l.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.