ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jes?s crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jes?s crucificado


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 16,24-28

Entonces dijo Jes?s a sus disc?pulos: ?Si alguno quiere venir en pos de m?, ni?guese a s? mismo, tome su cruz y s?game. Porque quien quiera salvar su vida, la perder?, pero quien pierda su vida por m?, la encontrar?. Pues ?de qu? le servir? al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ?qu? puede dar el hombre a cambio de su vida? ?Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ?ngeles, y entonces pagar? a cada uno seg?n su conducta. Yo os aseguro: entre los aqu? presentes hay algunos que no gustar?n la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su Reino.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El pasaje evang?lico que se nos presenta viene a continuaci?n de la profesi?n de fe que hace Pedro y el posterior reproche que le hace Jes?s cuando, ante el anuncio de su pasi?n, muerte y resurrecci?n, el ap?stol quer?a disuadir al Se?or de ir a Jerusal?n. Entonces Jes?s quiere presentar con claridad a todos los disc?pulos el camino que deben tomar para seguirle: "Si alguno quiere venir en pos de m?, ni?guese a s? mismo, tome su cruz cada d?a, y s?game". Son palabras que parecen duras, y que lo son, pero Jes?s mismo las ha vivido primero. Y ahora las propone a los disc?pulos, que solo tienen que seguir el camino del Maestro que antes que ellos carg? la cruz -no suya, sino de todos; esa es la diferencia- porque de la cruz viene la salvaci?n. La propuesta que hace Jes?s a los disc?pulos parece parad?jica para la mentalidad egoc?ntrica que gu?a nuestras convicciones y nuestros comportamientos. En realidad manifiesta una sabidur?a profunda que vemos en la frase que viene a continuaci?n: "Quien quiera salvar su vida, la perder?; pero quien pierda su vida por m?, la encontrar?". Jes?s nos advierte que gastar nuestras energ?as, nuestro tiempo y nuestras fuerzas solo para salvarnos a nosotros mismos, o como se suele decir, para realizarnos a nosotros mismos, en realidad lleva a perdernos, es decir, a una vida triste y a menudo desastrosa. Solo si vivimos para el Se?or, solo si utilizamos nuestra vida para amar a todos, sin ponernos l?mites, como hizo Jes?s, disfrutaremos la alegr?a de la vida. ?De qu? sirve ganar el mundo entero si no somos amados ni somos capaces de amar? Solo el Se?or nos salva y solo ?l nos ense?a qu? es el amor. As?, como pasa con el amor, tampoco la vida eterna se puede comprar; solo se puede acoger cuando nos la da el Se?or, que, en el debido momento, "pagar? a cada uno seg?n su conducta". Seguir al Se?or es lo m?s importante de nuestra vida, porque solo ?l puede salvarla del mal y de la muerte.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.