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Memoria de los pobres
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Memoria de los pobres

Recuerdo de san Esteban (+ 1038), rey de Hungr?a. Se convirti? al Evangelio y foment? la evangelizaci?n en su pa?s. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres

Recuerdo de san Esteban (+ 1038), rey de Hungr?a. Se convirti? al Evangelio y foment? la evangelizaci?n en su pa?s.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 19,23-30

Entonces Jes?s dijo a sus disc?pulos: ?Yo os aseguro que un rico dif?cilmente entrar? en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es m?s f?cil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos.? Al o?r esto, los disc?pulos, llenos de asombro, dec?an: ?Entonces, ?qui?n se podr? salvar?? Jes?s, mir?ndolos fijamente, dijo: ?Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible.? Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: ?Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ?qu? recibiremos, pues?? Jes?s les dijo: ?Yo os aseguro que vosotros que me hab?is seguido, en la regeneraci?n, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentar?is tambi?n vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibir? el ciento por uno y heredar? vida eterna. ?Pero muchos primeros ser?n ?ltimos y muchos ?ltimos, primeros.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El joven rico acaba de irse, triste. Ha preferido quedarse con sus riquezas que dejarlas y seguir a Jes?s. Quiere m?s los bienes que a aquel maestro. Jes?s, inmediatamente despu?s, se dirige a los disc?pulos y, con gran tristeza por no haber convencido a aquel joven, les dice que es dif?cil que un rico entre en el Reino de los Cielos. Jes?s no dice que es imposible. No afirma de manera maniquea que la riqueza es un mal. Sin embargo, se trata de una situaci?n que facilita la avidez, que favorece la avaricia, que lleva a olvidar m?s f?cilmente a los dem?s, que propicia aferrarse a los bienes materiales. Para hacer comprender esa dificultad pone un ejemplo realmente incre?ble: "Es m?s f?cil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios". Es una exageraci?n que da que pensar. Y en efecto los disc?pulos inmediatamente reaccionan: "Entonces, ?qui?n se podr? salvar?". Es una pregunta que deber?a resonar con m?s fuerza en un mundo en el que poseer bienes es una de las metas perseguidas con mayor empe?o, con determinaci?n y a cualquier coste. Jes?s, adem?s, no pod?a atenuar el peligro de las riquezas frente a la vida cristiana, dir?a, simplemente humana. Jes?s hab?a advertido a los disc?pulos en varias ocasiones de que no se puede servir a Dios y al dinero (Mt 6, 24). Y por desgracia, en la sociedad de hoy el dinero, la riqueza, los bienes se han convertido en ?dolos que requieren una dedicaci?n completa. Y en sus altares f?cilmente se sacrifica incluso la vida. Parece imposible que un rico pueda salvarse. Pero Jes?s inmediatamente afirma: "Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible". La fe, abandonarse a Dios hace que el coraz?n del hombre no est? dominado por la posesi?n de las cosas sino que se conf?e a Dios. Pedro empieza a entender y le pregunta a Jes?s qu? reciben los que lo dejan todo y se abandonan a Dios. Y Jes?s da una respuesta extraordinaria que indica la generosidad de Dios para con quien conf?a en ?l. Recibir? el ciento por uno de lo que ha dejado. Es decir, estar? rodeado de hermanos y hermanas y su fraternidad los cubrir? de amor. Ese es el sentido de la vida com?n que reciben los disc?pulos de Jes?s. Y tras la muerte, la vida eterna. Es lo contrario de lo que normalmente se cree: el Evangelio no quita nada; m?s bien al contrario, enriquece la vida tanto en esta tierra como despu?s.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.