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Memoria de Jes?s crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jes?s crucificado

Recuerdo de san Carlos Borromeo (+ 1584), obispo de Mil?n. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jes?s crucificado

Recuerdo de san Carlos Borromeo (+ 1584), obispo de Mil?n.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 16,1-8

Dec?a tambi?n a sus disc?pulos: ?Era un hombre rico que ten?a un administrador a quien acusaron ante ?l de malbaratar su hacienda; le llam? y le dijo: "?Qu? oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administraci?n, porque ya no podr?s seguir administrando." Se dijo a s? mismo el administrador: "?Qu? har?, pues mi se?or me quita la administraci?n? Cavar, no puedo; mendigar, me da verg?enza. Ya s? lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administraci?n me reciban en sus casas." ?Y convocando uno por uno a los deudores de su se?or, dijo al primero: "?Cu?nto debes a mi se?or?" Respondi?: "Cien medidas de aceite." El le dijo: "Toma tu recibo, si?ntate en seguida y escribe cincuenta." Despu?s dijo a otro: "T?, ?cu?nto debes?" Contest?: "Cien cargas de trigo." D?cele: "Toma tu recibo y escribe ochenta." ?El se?or alab? al administrador injusto porque hab?a obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son m?s astutos con los de su generaci?n que los hijos de la luz.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien lee con continuidad el Evangelio encuentra a menudo par?bolas. Es una de las maneras habituales que tiene Jes?s de comunicar sus ense?anzas. ?l, maestro bueno y atento, quer?a que los disc?pulos comprendieran sus palabras no como ense?anzas abstractas, sino m?s bien como palabras para la vida concreta. Por eso prefiere el lenguaje de la par?bola, lleno de simbolismos y de concreci?n. Tambi?n esta vez parte de una situaci?n real: un administrador, acusado de mala gesti?n, es llamado por su se?or para que le rinda cuentas antes de echarlo. Jes?s, en este punto, describe la habilidad de aquel administrador por asegurarse un futuro. Efectivamente, el administrador llama uno por uno a los deudores de su se?or y les reduce considerablemente la suma de la deuda. Obviamente todos los deudores le estar?n agradecidos una vez sea echado de su cargo. Al terminar la narraci?n Jes?s alaba al administrador infiel y concluye: "Los hijos de este mundo son m?s sagaces con los de su clase que los hijos de la luz". L?gicamente, Jes?s no quiere exhortar a los oyentes a enga?ar al se?or como hizo aquel administrador. La par?bola quiere subrayar la habilidad y la cautela del administrador respecto al futuro que le espera. Jes?s pide a los disc?pulos que hagan cuanto sea, con la misma astucia que aquel administrador, para ganarse el reino de Dios. Por desgracia, muchas veces los disc?pulos se dejan dominar por la resignaci?n frente a los acontecimientos de la vida y no utilizan una energ?a similar a la de aquel administrador infiel para lograr un mundo m?s justo. Jes?s destaca que los que piensan seg?n la mentalidad del mundo hacen lo que sea para labrarse un futuro sin problemas. Muchas veces, en cambio, los "hijos de la luz" no tienen esa misma atenci?n, esa misma pasi?n para ganarse el reino de los cielos. La p?gina evang?lica nos exhorta tambi?n a nosotros a cultivar la creatividad del amor, a no resignarnos frente a la dificultad y a?n menos a acomodarnos en nuestra pereza. Nos espera un ingente trabajo para que crezca el amor y la paz entre la gente.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.