ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 12 de enero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendr?n
un solo reba?o y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Proverbios 2,1-22

Hijo m?o, si das acogida a mis palabras,
y guardas en tu memoria mis mandatos, prestando tu o?do a la sabidur?a,
inclinando tu coraz?n a la prudencia; si invocas a la inteligencia
y llamas a voces a la prudencia; si la buscas como la plata
y como un tesoro la rebuscas, entonces entender?s el temor de Yahveh
y la ciencia de Dios encontrar?s. Porque Yahveh es el que da la sabidur?a,
de su boca nacen la ciencia y la prudencia. Reserva el ?xito para los rectos,
es escudo para quienes proceden con entereza, vigila las sendas de la equidad
y guarda el camino de sus amigos. Entonces entender?s la justicia, la equidad y la rectitud:
todos los senderos del bien. Cuando entre la sabidur?a en tu coraz?n
y la ciencia sea dulce para tu alma, velar? sobre ti la reflexi?n
y la prudencia te guardar?, apart?ndote del mal camino,
del hombre que propone planes perversos, de los que abandonan el recto sendero
para ir por caminos tenebrosos, de los que se gozan en hacer el mal,
se regocijan en la perversidad, cuyos senderos son tortuosos
y sus sendas llenas de revueltas. Ella te apartar? de la mujer ajena,
de la extra?a de melosas palabras, que ha dejado al amigo de su juventud
y ha olvidado la alianza de su Dios; su casa est? inclinada hacia la muerte,
hacia las sombras sus tortuosos senderos. Nadie que entre por ella volver?,
no alcanzar? las sendas de la vida. Por eso has de ir por el camino de los buenos,
seguir?s las sendas de los justos. Porque los rectos habitar?n la tierra
y los ?ntegros se mantendr?n en ella; pero los malos ser?n cercenados de la tierra,
se arrancar? de ella a los desleales.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

?C?mo acoger la Palabra de Dios? Ante todo hay que volver a ser hijos, como nos exhorta continuamente el libro de los Proverbios. Nosotros somos hijos, por esto siempre necesitamos escuchar. Si no lo hacemos nos perdemos detr?s de nosotros mismos. El inicio del cap?tulo segundo traza una especie de itinerario para la escucha. Toda la persona est? implicada: los o?dos (lugar primordial de la escucha), el coraz?n (sede de los sentimientos y del pensamiento) y la voz (expresi?n de cuanto se tiene en el coraz?n). La escucha es fruto de la fatiga de la b?squeda, no es espont?nea, no fluye por instinto. Por instinto cada uno se escucha a s? mismo. La escucha de Dios es fatiga, compromiso, b?squeda apasionada. Muchas veces nos entristecemos cuando constatamos la fatiga de la oraci?n o de la meditaci?n de la Palabra de Dios. Sin embargo cada uno de nosotros invierte muchas energ?as en buscar cosas para s?, para su realizaci?n o su bienestar. Si la vida material es fatiga, todav?a m?s lo es la vida espiritual. Para indicar cu?nto hay que esforzarse y apasionarse en esta b?squeda, el texto dice: "Si la buscas como al dinero y la rastreas como a un tesoro... entonces comprender?s la justicia, el derecho y la rectitud, y todos los caminos del bien. Pues la sabidur?a penetrar? en tu mente y el saber se te har? atractivo". Es necesario buscar la sabidur?a como se busca el dinero, excavar con la misma fatiga como para encontrar un tesoro. Recordemos la par?bola evang?lica del reino de Dios que Jes?s compara a una perla y a un tesoro escondido en el campo (Mt 13,44-45). El mercader no duda en vender todo lo que tiene con tal de comprar aquella perla y aquel tesoro. Quien basa su vida en esta tarea comprometedora extraer? frutos enormes. La Palabra de Dios, de la que viene la sabidur?a, nos ense?a la reflexi?n y la prudencia que nos libran de los caminos del mal. En un mundo acostumbrado a la prisa resulta cada vez m?s dif?cil detenerse, reflexionar, no dejarse dominar por el instinto y el frenes? de tenerlo todo de inmediato, incapaces de esperar, de ser pacientes, como si la dificultad y los problemas de la vida se hubieran vuelto insoportables. La b?squeda de Dios es tambi?n paciencia, reflexi?n, meditaci?n, espera. No todo viene de nosotros. El creyente sabe esperar y velar en la oraci?n para que Dios le indique el camino a seguir, y nosotros aprendemos la sabidur?a que ayuda a discernir y a tomar las decisiones justas, las que conducen al bien.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.