ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jes?s crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jes?s crucificado
Viernes 23 de marzo


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Primera Timoteo 6,11-16

T?, en cambio, hombre de Dios, huye de estas cosas; corre al alcance de la justicia, de la piedad, de la fe, de la caridad, de la paciencia en el sufrimiento, de la dulzura. Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y de la que hiciste aquella solemne profesi?n delante de muchos testigos. Te recomiendo en la presencia de Dios que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que ante Poncio Pilato rindi? tan solemne testimonio, que conserves el mandato sin tacha ni culpa hasta la Manifestaci?n de nuestro Se?or Jesucristo, Manifestaci?n que a su debido tiempo har? ostensible el Bienaventurado y ?nico Soberano,
el Rey de los reyes y el Se?or de los se?ores, el ?nico que posee Inmortalidad,
que habita en una luz inaccesible,
a quien no ha visto ning?n ser humano ni le puede ver.

A ?l el honor y el poder por siempre. Am?n.

 

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

El ap?stol llama a Timoteo "hombre de Dios", un calificativo que subraya la pertenencia del disc?pulo no ya a s? mismo sino a Dios, a cuyo servicio ha dedicado su vida. El cristiano no puede servir a dos se?ores: debe escoger a Dios -Timoteo lo ha hecho- como su ?nico Se?or, y como en una carrera debe tener como objetivo las virtudes de la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la esperanza y la mansedumbre. ?sta es pues la meta ante los ojos del disc?pulo y hacia la cual debe correr: el perfeccionamiento del hombre interior con todas las virtudes humanas y cristianas. Se compara la vida cristiana con una conducta de virtud en la fe, y el trofeo que se obtiene es la vida eterna. Es su gran benevolencia Dios mismo -dice Pablo al disc?pulo- lo ha llamado a esta vida, y ?l ha respondido con una hermosa profesi?n de fe ante muchos testigos. Pablo se refiere quiz? al d?a del bautismo de Timoteo, o al de su consagraci?n como presb?tero. Como ?l, todo cristiano debe participar en esta carrera: todos somos llamados a tomar parte en ella y a responder con generosidad. El ap?stol se dirige una vez m?s a Timoteo poniendo como testigos a Dios -que dona la vida- y a Jesucristo -que bajo Poncio Pilatos ha dado testimonio de su amor hasta dar su vida en la cruz-, para que sea fiel a las ense?anzas recibidas, hasta que Jes?s vuelva en el juicio universal. Se entiende aqu? el regreso de Cristo como una "epifan?a", es decir, como la manifestaci?n plena del amor. Para el cristiano, la primera y m?s importante tarea debe ser custodiar la fe con un comportamiento evang?lico. No sabemos cu?ndo tendr? lugar "la Manifestaci?n de nuestro Se?or Jesucristo", s?lo Dios conoce "su debido tiempo", pero estamos llamados a permanecer vigilantes en la fe y generosos en la caridad. La exhortaci?n del ap?stol culmina con una alabanza a Dios: ?l est? por encima de toda caducidad y habita en una luz inaccesible. Nuestra mente no lo comprende, pero la oraci?n nos acerca a ?l y nos hace sentir su fuerza y su amor.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.