ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Martes 27 de marzo


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Juan 8,21-30

Jes?s les dijo otra vez: ?Yo me voy y vosotros me buscar?is,
y morir?is en vuestro pecado.
Adonde yo voy,
vosotros no pod?is ir.? Los jud?os se dec?an: ??Es que se va a suicidar, pues dice: "Adonde yo voy, vosotros no pod?is ir?? El les dec?a: ?Vosotros sois de abajo,
yo soy de arriba.
Vosotros sois de este mundo,
yo no soy de este mundo. Ya os he dicho que morir?is en vuestros pecados,
porque si no cre?is que Yo Soy,
morir?is en vuestros pecados.? Entonces le dec?an: ??Qui?n eres t???
Jes?s les respondi?:
?Desde el principio, lo que os estoy diciendo. Mucho podr?a hablar de vosotros y juzgar
pero el que me ha enviado es veraz,
y lo que le he o?do a ?l
es lo que hablo al mundo.? No comprendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jes?s: ?Cuando hay?is levantado al Hijo del hombre,
entonces sabr?is que Yo Soy,
y que no hago nada por mi propia cuenta;
sino que, lo que el Padre me ha ense?ado,
eso es lo que hablo. Y el que me ha enviado est? conmigo:
no me ha dejado solo,
porque yo hago siempre lo que le agrada a ?l.? Al hablar as?, muchos creyeron en ?l.

 

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Nos encontramos en los d?as que preceden a la semana de la pasi?n, muerte y resurrecci?n del Se?or. La liturgia de la Iglesia latina nos hace meditar algunos pasajes del Evangelio de Juan. El pasaje de hoy nos sit?a en el templo, donde Jes?s mantiene su ?ltima y decisiva confrontaci?n con sus adversarios. Los presentes se obstinan en no acoger el testimonio de su origen divino, porque ello significar?a un cambio profundo en sus vidas. Esto explica el rechazo de las palabras de Jes?s, que sus oyentes llegan a tergiversar. Es una operaci?n que tambi?n nosotros conocemos bien: cuando no queremos escuchar el Evangelio con disposici?n de coraz?n lo tergiversamos. Y as?, cuando afirma que adonde ?l iba ellos no pod?an ir, los que le escuchan llegan a pensar que ten?a intenci?n de suicidarse. En realidad Jes?s se mueve totalmente en otro plano, uno muy diferente de aquel en el que sus opositores quieren permanecer. Les dice Jes?s: "Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo". Jes?s no quiere en absoluto expresar su lejan?a de los hombres, sino aclarar la distancia que existe entre el modo normal de razonar de los hombres y el de Dios. Ese modo de razonar del Se?or aparece claro en el momento culminante de la vida de Jes?s: la muerte en cruz. Es lo contrario al instinto humano, el que tenemos cada uno de nosotros: salvarse uno mismo a cualquier precio. Jes?s va m?s all? de este instinto: ?l, desde su mismo nacimiento, dedica su vida entera a salvar a los dem?s, hasta subir a la cruz. Por eso les dice a todos, aunque todav?a no puedan comprenderlo: "Cuando hay?is levantado al Hijo del hombre, entonces sabr?is que Yo Soy". S?, en el momento de la muerte aparece con claridad qui?n es Jes?s y el porqu? de su encarnaci?n. El primero en comprenderlo fue el centuri?n romano que estaba a los pies de la cruz, el cual, viendo c?mo se hab?a comportado Jes?s hasta el ?ltimo aliento, dijo: "Verdaderamente este hombre era hijo de Dios" (Mc 15, 39). Tambi?n algunos de los que estaban presentes en el templo, escuch?ndole hablar, creyeron en ?l. Si para ellos fue suficiente aquel discurso, ?por qu? nosotros dudamos a pesar de las muchas veces que se nos anuncia el Evangelio?

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.