ORACIÓN CADA DÍA

Oraci?n de la Pascua
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oraci?n de la Pascua
Jueves 12 de abril


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere m?s!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

Segunda Timoteo 2,14-26

Esto has de ense?ar; y conjura en presencia de Dios que se eviten las discusiones de palabras, que no sirven para nada, si no es para perdici?n de los que las oyen. Procura cuidadosamente presentarte ante Dios como hombre probado, como obrero que no tiene por qu? avergonzarse, como fiel distribuidor de la Palabra de la verdad. Evita las palabrer?as profanas, pues los que a ellas se dan crecer?n cada vez m?s en impiedad, y su palabra ir? cundiendo como gangrena. Himeneo y Fileto son de ?stos: se han desviado de la verdad al afirmar que la resurrecci?n ya ha sucedido; y pervierten la fe de algunos. Sin embargo el s?lido fundamento puesto por Dios se mantiene firme, marcado con este sello: El Se?or conoce a los que son suyos; y: Ap?rtese de la iniquidad todo el que pronuncia el nombre del Se?or. En una casa grande no hay solamente utensilios de oro y de plata, sino tambi?n de madera y de barro; y unos son para usos nobles y otros para usos viles. Si, pues, alguno se mantiene limpio de estas faltas, ser? un utensilio para uso noble, santificado y ?til para su Due?o, dispuesto para toda obra buena. Huye de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la caridad, de la paz, en uni?n de los que invocan al Se?or con coraz?n puro. Evita las discusiones necias y est?pidas; t? sabes bien que engendran altercados. Y a un siervo del Se?or no le conviene altercar, sino ser amable, con todos, pronto a ense?ar, sufrido, y que corrija con mansedumbre a los adversarios, por si Dios les otorga la conversi?n que les haga conocer plenamente la verdad, y volver al buen sentido, libr?ndose de los lazos del Diablo que los tiene cautivos, rendidos a su voluntad.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere m?s!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo da a Timoteo algunas instrucciones sobre c?mo enfrentarse a los falsos maestros que minan con sus razonamientos la unicidad del Evangelio y la unidad de la comunidad. Lo exhorta a recordar la centralidad del Evangelio, es decir, cuanto acaba de decir sobre la muerte y resurrecci?n de Jes?s. No debe perderse en disputas "vanas" y "vac?as", en razonamientos y debates lejanos del misterio central de la fe. Esos debates, de hecho, no hacen crecer en el amor ni contribuyen a la salvaci?n, sino que a?aden nuevos impedimentos y conducen a la "perdici?n de los que las oyen". Pablo no lo invita al arte de la oratoria, sino a presentarse como un "hombre probado", es decir, como un "obrero que no tiene por qu? avergonzarse" y un fiel y escrupuloso predicador del Evangelio. De hecho no se trata de repetir verdades abstractas, sino de tocar el coraz?n y la mente de la gente con palabras llenas de vida para que se conviertan a Cristo y lo sigan. Si cumple esta misi?n Timoteo no "tendr? de qu? avergonzarse", ser? un obrero v?lido, "probado", e irreprochable "ante Dios". Pablo insiste en que evite "las palabrer?as profanas" porque no son inocuas, sino que corroen la comuni?n con Jes?s y entre los hermanos, y hacen crecer la soledad y la enemistad. Pablo recuerda dos casos concretos: Himeneo, que ?l ya ha excluido de la comuni?n de la Iglesia, y Fileto (cf. 1 Tm 1, 20 y 2 Tm 2, 17). Ambos acabaron por relegar la resurrecci?n a un plano puramente espiritual, renunciando al misterio de la resurrecci?n de la carne, y vaci?ndolo as? de su sentido. La comunidad se funda sobre este misterio, que es "el s?lido fundamento puesto por Dios" (cf. 1 Tim 3, 15). Pablo recuerda que cada comunidad cristiana est? marcada con el sello de Dios: al igual que en los templos y las casas era costumbre esculpir o escribir una f?rmula de consagraci?n, tambi?n sobre la Iglesia se ha puesto el sello de Dios mediante dos inscripciones. La primera se extrae del libro de los N?meros 16, 5 ("El Se?or conoce a los que son suyos"), y expresa la seguridad de los que habitan en la casa de Dios de que son amados, custodiados y defendidos por ?l. La segunda recuerda el deber de mantenerse puro de toda "iniquidad". No debemos sorprendernos si existen problemas en la Iglesia. Pablo escribe que es como una gran "casa" con utensilios de tipos muy diversos: ciertamente, quien se pierde en "discusiones de palabras" (2, 14) y en "palabrer?as profanas" (2, 16), es como "un jarr?n para usos viles y falto de valor"; en cambio, quienes se conf?an a Dios son como jarrones usados para "usos nobles" y dispuestos "para toda obra buena". El propio Timoteo debe ser ejemplar, "huir de las pasiones juveniles" y dejarse guiar por el amor, por el Esp?ritu de Jes?s, y por tanto ir en busca "de la justicia, de la fe, de la caridad, de la paz, en uni?n de los que invocan al Se?or". Es sobre todo la oraci?n la que hace madurar en ?l la sabidur?a pastoral y la responsabilidad hacia la comunidad. En la fidelidad a la oraci?n y la escucha del Evangelio Timoteo se forma como "siervo del Se?or" que sabe evitar los altercados y comportarse con esa "mansedumbre" que lo hace fuerte y eficaz, hasta el punto de tocar el coraz?n de los falsos doctores y convertirlos. El camino para recobrarlos no es tanto refutar las ideas como el amor, que sabe soportar con paciencia incluso las injusticias, y tratar a todos con mansedumbre, corrigi?ndoles con dulzura (cf. 1 Co 13, 4-7).

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.