ORACIÓN CADA DÍA

Oraci?n de la Pascua
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oraci?n de la Pascua
Viernes 13 de abril


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere m?s!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

Segunda Timoteo 3,1-9

Ten presente que en los ?ltimos d?as sobrevendr?n momentos dif?ciles; los hombres ser?n ego?stas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos, desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados, enemigos del bien, traidores, temerarios, infatuados, m?s amantes de los placeres que de Dios, que tendr?n la apariencia de piedad, pero desmentir?n su eficacia. Gu?rdate tambi?n de ellos. A ?stos pertenecen esos que se introducen en las casas y conquistan a mujerzuelas cargadas de pecados y agitadas por toda clase de pasiones, que siempre est?n aprendiendo y no son capaces de llegar al pleno conocimiento de la verdad. Del mismo modo que Jann?s y Jambr?s se enfrentaron a Mois?s, as? tambi?n estos se oponen a la verdad; son hombres de mente corrompida, descalificados en la fe. Pero no progresar?n m?s, porque su insensatez quedar? patente a todos, como sucedi? con la de aqu?llos.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere m?s!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo dirige su mirada a los ?ltimos tiempos, y escribe que se producir? una decadencia general de las costumbres (cf. 1 Tm 4, 1-5). En pocas l?neas esboza un cuadro dram?tico de la corrupci?n de los hombres como consecuencia de su alejamiento del Evangelio: "Los hombres ser?n ego?stas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos, desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados, enemigos del bien, traidores, temerarios, infatuados, m?s amantes de los placeres que de Dios, que, teniendo la apariencia de piedad, reniegan de su eficacia". Esta descripci?n no es lejana a nuestros d?as, y su exhortaci?n vale tambi?n para nosotros: "Gu?rdate tambi?n de ellos". Es necesario separarnos de la mentalidad egoc?ntrica y violenta de este mundo, alejarnos de los maestros que nos separan de Dios y de los hermanos, haci?ndonos c?mplices del mal. Pablo, que quiz? ten?a ante sus ojos ejemplos concretos, describe algunos comportamientos que destruyen la vida de toda comunidad. Aquellos que buscan por todos los medios de someter a los dem?s a su propia voluntad se separan de la comuni?n, y con ellos se repite lo que les sucedi? a Jan?s y Jambr?s, magos egipcios (el Antiguo Testamento no habla de ellos, pero quiz? Pablo pudo haberlos extra?do de alguna tradici?n jud?a) que se opusieron a Mois?s, pero cuya necedad no permaneci? escondida. Dios mismo vela por su casa, como el propio Jes?s prometi? a sus disc?pulos: "Y he aqu? que yo estoy con vosotros todos los d?as hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). Timoteo debe oponerse a ellos siguiendo fielmente la predicaci?n de Pablo: tambi?n ?l se convirti? al escucharle hablar, y desde entonces el ap?stol pas? a ser su modelo tanto en la doctrina como en el comportamiento. Pablo le recuerda las dificultades y las persecuciones que ha sufrido a lo largo del viaje; incluso en Listra, patria de Timoteo (cf. Hch 14, 6), donde sufri? lapidaci?n y fue arrojado fuera de la ciudad y abandonado como muerto (cf. Hch 14, 19). En verdad -sostiene Pablo- ?sta es la suerte de todo disc?pulo de Jes?s, y por tanto es necesario permanecer firmes. La fuerza proviene de la escucha fiel de las sagradas Escrituras, que fueron inspiradas por Dios; ellas son la fuente viva y pura de una nueva sabidur?a. Pablo lo se?ala expl?citamente: son ?tiles para ense?ar, para arg?ir, para corregir y para educar en la justicia. La escucha de las Escrituras forma al creyente seg?n el pensamiento mismo de Dios, y nos han sido enviadas para que "el hombre de Dios se encuentre perfecto y preparado para toda obra buena".

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.