ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jes?s crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jes?s crucificado
Viernes 27 de abril


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

G?latas 1,11-24

Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por m?, no es de orden humano, pues yo no lo recib? ni aprend? de hombre alguno, sino por revelaci?n de Jesucristo. Pues ya est?is enterados de mi conducta anterior en el Juda?smo, cu?n encarnizadamente persegu?a a la Iglesia de Dios y la devastaba, y c?mo sobrepasaba en el Juda?smo a muchos de mis compatriotas contempor?neos, super?ndoles en el celo por las tradiciones de mis padres. Mas, cuando Aquel que me separ? desde el seno de mi madre y me llam? por su gracia, tuvo a bien revelar en m? a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre, sin subir a Jerusal?n donde los ap?stoles anteriores a m?, me fui a Arabia, de donde nuevamente volv? a Damasco. Luego, de all? a tres a?os, sub? a Jerusal?n para conocer a Cefas y permanec? quince d?as en su compa??a. Y no vi a ning?n otro ap?stol, y s? a Santiago, el hermano del Se?or. Y en lo que os escribo, Dios me es testigo de que no miento. Luego me fui a las regiones de Siria y Cilicia; pero personalmente no me conoc?an las Iglesias de Judea que est?n en Cristo. Solamente hab?an o?do decir: ?El que antes nos persegu?a ahora anuncia la buena nueva de la fe que entonces quer?a destruir?. Y glorificaban a Dios a causa de m?.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo, tras los saludos iniciales, se dirige a los G?latas llam?ndolos "hermanos", como queriendo disponerlos a la escucha apelando a esa fraternidad que nace de la acogida del ?nico Evangelio. No se trata de cortes?a o buenos modales, sino de la fraternidad que la Palabra de Dios genera en aquellos que la escuchan con el coraz?n. Pablo aclara que el Evangelio que ?l anuncia "no es de orden humano" porque lo ha recibido directamente de Cristo mismo, como les sucedi? a los dem?s ap?stoles, y cuenta c?mo tuvo lugar esa "revelaci?n". Recuerda ante todo su "conducta anterior en el juda?smo", cuando era un celoso defensor de las tradiciones jud?as. En todo caso -aclara el ap?stol- el distanciamiento de ellas no significa renegar de su filiaci?n; al contrario, habla con respeto de "su" pueblo y las tradiciones de "sus padres". Sin embargo reivindica el hecho, del todo extraordinario y gratuito, de que Dios "tuvo a bien" revelarle al Hijo precisamente a ?l, el perseguidor de la Iglesia. En efecto, en el camino de Damasco ?l fue transformado de perseguidor en ap?stol. Pablo sabe que todo lo que acontece, y en especial lo que a ?l le ha ocurrido, viene de Dios. De hecho es el Se?or quien le "separ? desde el seno" de su madre para hacerle ministro del Evangelio. Esta conciencia lleva al ap?stol a vivir y esperar para "agradar" a Dios antes que a los hombres. Y "agradar a Dios" significa obedecer a su llamada, es decir, comenzar la nueva vida que Dios le ha indicado. Pablo se dirige en primer lugar "a Arabia" (sudeste de Damasco), y despu?s a Jerusal?n para conocer al que hab?a recibido del Se?or el nombre de "Roca" (kepha). Desde all? se dirige al norte y predica en la Siria romana, en cuya capital, Antioqu?a, se encuentra la primera gran comunidad ?tnico-cristiana. Contin?a hacia el norte, a Cilicia, cuyas comunidades conocen a Pablo tan s?lo de o?das. ?stas, con sorpresa, descubren que el que fue perseguidor predica ahora la fe que antes quer?a destruir. La obediencia a la llamada de Dios ha cambiado por completo la vida de Pablo. Esto es lo que para todo disc?pulo significa "agradar a Dios" antes que a los hombres.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.