ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo
Domingo 13 de mayo

Primera Lectura

Hechos de los Ap?stoles 10,25-26.34-35.44-48

Cuando Pedro entraba sali? Cornelio a su encuentro y cay? postrado a sus pies. Pedro le levant? dici?ndole: ?Lev?ntate, que tambi?n yo soy un hombre.? Entonces Pedro tom? la palabra y dijo: ?Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepci?n de personas, sino que en cualquier naci?n el que le teme y practica la justicia le es grato. Estaba Pedro diciendo estas cosas cuando el Esp?ritu Santo cay? sobre todos los que escuchaban la Palabra. Y los fieles circuncisos que hab?an venido con Pedro quedaron at?nitos al ver que el don del Esp?ritu Santo hab?a sido derramado tambi?n sobre los gentiles, pues les o?an hablar en lenguas y glorificar a Dios. Entonces Pedro dijo: ??Acaso puede alguno negar el agua del bautismo a ?stos que han recibido el Esp?ritu Santo como nosotros?? Y mand? que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedase algunos d?as.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.