ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Mi?rcoles 16 de mayo


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Efesios 1,3-14

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Se?or Jesucristo,
que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones
espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en ?l antes de la fundaci?n del mundo,
para ser santos e inmaculados en su presencia, en el
amor; eligi?ndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo,
seg?n el benepl?cito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia
con la que nos agraci? en el Amado. En ?l tenemos por medio de su sangre la redenci?n,
el perd?n de los delitos,
seg?n la riqueza de su gracia que ha prodigado sobre nosotros
en toda sabidur?a e inteligencia, d?ndonos a conocer el Misterio de su voluntad
seg?n el ben?volo designio
que en ?l se propuso de antemano, para realizarlo en la plenitud de los tiempos:
hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza,
lo que est? en los cielos y lo que est? en la tierra. A ?l, por quien entramos en herencia,
elegidos de antemano
seg?n el previo designio del que realiza todo
conforme a la decisi?n de su voluntad, para ser nosotros
alabanza de su gloria,
los que ya antes esper?bamos en Cristo. En ?l tambi?n vosotros,
tras haber o?do la Palabra de la verdad,
el Evangelio de vuestra salvaci?n,
y cre?do tambi?n en ?l,
fuisteis sellados con el Esp?ritu Santo de la Promesa,
que es prenda de nuestra herencia,
para redenci?n del Pueblo de su posesi?n,
para alabanza de su gloria.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El ap?stol empieza su ep?stola con un himno de bendici?n. La mirada de fe le lleva a magnificar al Se?or por el designio de salvaci?n que ha concebido para todo el universo. Las tres personas de la Trinidad act?an juntas: el Padre, origen y promotor de este designio salv?fico; el Cristo, mediador a trav?s del cual ?l lo hace realidad; el Esp?ritu Santo, que lo orienta todo hacia el cumplimiento final. El ap?stol bendice directamente a Dios porque nos ha bendecido "con toda clase de bendiciones espirituales". Normalmente somos nosotros, quienes pedimos a Dios su bendici?n; aqu? es el ap?stol, quien bendice al Padre por el amor con el que nos ha amado. Dicho amor es bendici?n para nosotros. De hecho, fuimos elegidos por Dios desde la eternidad y hemos sido elegidos "en Cristo", es decir, como miembros de la comunidad de sus disc?pulos. Dios nunca concibi? a Cristo sin la Iglesia, y por tanto nunca pens? en nosotros sin la comunidad. De ah? proviene nuestra gratitud al Se?or, pues sabemos que "existimos" porque ?l nos ama personalmente y porque estamos destinados a ser "santos e inmaculados". El objetivo de la encarnaci?n del Hijo es "recapitular" en ?l a todos y a todo. A trav?s de la resurrecci?n, el crucificado fue colocado a la cabeza de toda la creaci?n. En ?l todo el universo y la historia de los hombres encuentran cohesi?n y significado. ?l lleva a cabo aquel sue?o de unidad presente en Dios desde la creaci?n: todos provenimos de Dios y a ?l debemos volver todos. Dicho designio fue revelado de manera totalmente nueva cuando Jes?s nos ense?? a Dios como su "Padre". En el Hijo resucitado Dios ha abierto su paternidad a todos los hombres. Por eso nosotros, los creyentes, vivimos ya ahora en el Resucitado, hasta poder decir que el Padre ya nos ha llevado a "los cielos", all? donde est? el Cristo. Por eso la lucha contra las potencias del mal no es vana: el creyente ya participa ahora de la victoria final de Cristo y sabe que nada podr? separarle del amor de Dios. En Cristo, Dios ha concebido, realizado y llevado a cabo todo el designio de salvaci?n. ?l es el alfa porque es el omega, estaba en el origen y ahora recapitula en ?l todas las cosas. Nosotros, los creyentes, recibimos el "Esp?ritu Santo de la promesa", es decir, el que fue prometido a los profetas (cf. Ez 36,25ss.), que para nosotros es tambi?n "prenda" (v. 14), adelanto, anticipo del pleno cumplimiento de la obra divina a nuestro favor.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.