ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jes?s crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jes?s crucificado
Viernes 18 de mayo


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Efesios 2,1-10

Y a vosotros que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales vivisteis en otro tiempo seg?n el proceder de este mundo, seg?n el Pr?ncipe del imperio del aire, el Esp?ritu que act?a en los rebeldes... entre ellos viv?amos tambi?n todos nosotros en otro tiempo en medio de las concupiscencias de nuestra carne, siguiendo las apetencias de la carne y de los malos pensamientos, destinados por naturaleza, como los dem?s, a la C?lera... Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amo, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivific? juntamente con Cristo - por gracia hab?is sido salvados - y con ?l nos resucit? y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jes?s, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jes?s. Pues hab?is sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se glor?e. En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jes?s, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practic?ramos.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo, tras haber proclamado la grandeza de la obra de Dios hecha realidad en Cristo a favor de la Iglesia, recuerda a los efesios su condici?n prebautismal: estaban muertos, lejos de Dios, subyugados al pecado y, por tanto, destinados a la muerte. Son los pecados, los que llevan a la muerte. Las transgresiones y los pecados (para Pablo ambos t?rminos son sin?nimos) no son vistos solo como actos puntuales, sino como una situaci?n permanente de desobediencia. Solo la obediencia a Dios libra a la existencia humana del pecado. Antes de la conversi?n, "todos nosotros" -recuerda Pablo- viv?amos seg?n la mentalidad egoc?ntrica de este mundo, sometidos al "pr?ncipe del imperio del aire", es decir, el mal (en Ef 6,11 ser? llamado "diablo"). De hecho, cuando est?bamos sometidos al esp?ritu del mal, nos comport?bamos seg?n nuestras "concupiscencias", siguiendo "las apetencias de la carne", obedeciendo a nuestros "malos pensamientos", en lugar de amar a Dios con todo el coraz?n, con toda el alma y con toda la mente. As? pues, est?bamos "por naturaleza" sujetos a la ira de Dios, es decir, en una situaci?n que Dios no pod?a tolerar, porque chocaba con su designo de amor. No obstante, en su gran amor, ?l intervino para salvarnos: "Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos am?, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivific? juntamente con Cristo -por gracia hab?is sido salvados- y con ?l nos resucit? y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jes?s". El Se?or tiene compasi?n y nos env?a su amor sin mesura. Y lo extraordinario es eso: ?l se dirige a un hombre pecador y, por tanto, a un enemigo suyo, y no ya a un hombre arrepentido. Y aun as? no se limita a sacarnos de una situaci?n sin salida. De hecho, nos comunica la verdadera vida. En Cristo, el Padre nos ha revelado su rostro misericordioso. Nosotros, miembros del cuerpo de Cristo, ya hemos resucitado con ?l y sabemos d?nde est?: con Dios. Unidos a Cristo y a su cuerpo que es la Iglesia, somos libres del destino ciego del mal. Libres, por gracia, repite el ap?stol. Y la fe es precisamente acoger este amor que libera. El creyente, pues, es libre no en virtud de sus obras, sino por el amor de Dios que se ha inclinado sobre nosotros "siendo nosotros todav?a pecadores" (Rm 5,6.8.10). El ap?stol recuerda la primac?a de la gracia contra la tentaci?n de que "nos gloriemos" de la salvaci?n a trav?s de nuestras "obras". La fe es acoger el amor de Dios en nuestro coraz?n y dejar que obre seg?n su fuerza, como escribe a los g?latas: "En Cristo tiene eficacia la fe que act?a por la caridad" (Ga 5,6).

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.