ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or
Martes 12 de junio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Esp?ritu del Se?or est? sobre ti,
el que nacer? de ti ser? santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Segunda Tesalonicenses 1,1-12

Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios nuestro Padre y en el Se?or Jesucristo. Gracia a vosotros y paz de parte de Dios Padre y del Se?or Jesucristo. Tenemos que dar en todo tiempo gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es justo, porque vuestra fe est? progresando mucho y se acrecienta la mutua caridad de todos y cada uno de vosotros, hasta tal punto que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las Iglesias de Dios por la tenacidad y la fe en todas las persecuciones y tribulaciones que est?is pasando. Esto es se?al del justo juicio de Dios, en el que ser?is declarados dignos del Reino de Dios, por cuya causa padec?is. Porque es propio de la justicia de Dios el pagar con tribulaci?n a los que os atribulan, y a vosotros, los atribulados, con el descanso junto con nosotros, cuando el Se?or Jes?s se revele desde el cielo con sus poderosos ?ngeles, en medio de una llama de fuego, y tome venganza de los que no conocen a Dios y de los que no obedecen al Evangelio de nuestro Se?or Jes?s. Estos sufrir?n la pena de una ruina eterna, alejados de la presencia del Se?or y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel D?a a ser glorificado en sus santos y admirado en todos los que hayan cre?do - pues nuestro testimonio ha sido cre?do por vosotros. Con este objeto rogamos en todo tiempo por vosotros: que nuestro Dios os haga dignos de la vocaci?n y lleve a t?rmino con su poder todo vuestro deseo de hacer el bien y la actividad de la fe, para que as? el nombre de nuestro Se?or Jes?s sea glorificado en vosotros, y vosotros en ?l, seg?n la gracia de nuestro Dios y del Se?or Jesucristo.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aqu? Se?or, a tus siervos:
h?gase en nosotros seg?n tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Tambi?n en esta segunda Ep?stola a los Tesalonicenses Pablo, Silvano y Timoteo escriben juntos. Pablo y Silvano hab?an sido encarcelados a causa de su predicaci?n tras haber sufrido crueles palizas. En la c?rcel, hacia medianoche, hab?an rezado y cantado juntos himnos de alabanzas a Dios y el Se?or les hab?a liberado milagrosamente (cf. Hch 16,19-30). Pablo hab?a alabado a Timoteo en varias ocasiones y lo hab?a propuesto como ejemplo de creyente. En cualquier caso, tanto Silvano como Timoteo predicaban por encargo del ap?stol incluso en Macedonia (cf. Hch 18,5). Es un inicio que demuestra la fraternidad de los tres disc?pulos en el com?n empe?o evang?lico. Juntos se dirigen a la peque?a comunidad de Tesal?nica, que ya hab?a crecido en la fe y en el amor hasta el punto de ser ejemplo para las dem?s comunidades. La vida evang?lica de una comunidad influye en las dem?s; es el fruto de la "comuni?n de los santos". El ap?stol siente un justificado orgullo, entre otras cosas porque la peque?a comunidad de Tesal?nica hab?a soportado no pocas oposiciones. Los jud?os de la ciudad la consideraban como un peligroso competidor y hab?an levantado al pueblo en su contra. El ap?stol recuerda a aquellos cristianos que no est?n a salvo de las persecuciones. No obstante, "el que persevere hasta el fin, ese se salvar?" (Mt 24,13). En el fuego purificador de los sufrimientos se cumple ya ahora el juicio que tendr? lugar al t?rmino de la historia, cuando los que hayan perseverado en la fe y en el amor ser?n separados de aquellos que se han alejado. Solo quien ha perseverado tendr? la ciudadan?a en el reino de Dios, como recuerda el ap?stol Pedro: si alguien tiene que sufrir "por cristiano, que no se averg?ence, que glorifique a Dios por llevar este nombre. Porque ha llegado el tiempo de comenzar el juicio por la casa de Dios. Pues si comienza por nosotros, ?qu? fin tendr?n los que no creen en el Evangelio de Dios?" (1 P 4,16ss). El sufrimiento es una carga necesaria para el disc?pulo de Jes?s. Y no debe dejarse enga?ar si parece que los imp?os no lo sufren. Ya el salmista indicaba: "Estaba celoso de los perversos, al ver prosperar a los malvados. A su muerte, no hay congojas para ellos, sano y rollizo est? su cuerpo" (Sal 73,3-4). Pablo contesta: "No os enga??is; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechar?" (Ga 6,7). Todo estar? claro al final de los tiempos. Pablo, con el t?pico lenguaje apocal?ptico, describe el inexorable juicio de Dios: quien se rebela al Evangelio caer? en una profunda soledad "alejado de la presencia del Se?or", mientras que quien ha perseverado en la escucha de la Palabra de Dios y en el servicio a los pobres ver? al Se?or "cara a cara" (1 Co 13,12). Pablo reza para que todos puedan llegar hasta el perfecto cumplimiento de los d?as en los que los elegidos estar?n al lado del trono del Cordero y cantar?n al Se?or un canto nuevo, como se lee en el Apocalipsis: "Y sali? una voz del trono, que dec?a: 'Alabad a nuestro Dios, todos sus siervos y los que le tem?is, peque?os y grandes?. ... Alegr?monos y regocij?monos y d?mosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero" (Ap 19,5.7).

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.