ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 5 de julio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendr?n
un solo reba?o y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Santiago 5,7-11

Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la Venida del Se?or. Mirad: el labrador espera el fruto precioso de la tierra aguard?ndolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y tard?as. Tened tambi?n vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones porque la Venida del Se?or est? cerca. No os quej?is, hermanos, unos de otros para no ser juzgados; mirad que el Juez est? ya a las puertas. Tomad, hermanos, como modelo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Se?or. Mirad c?mo proclamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Hab?is o?do la paciencia de Job en el sufrimiento y sab?is el final que el Se?or le dio; porque el Se?or es compasivo y misericordioso.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Santiago sabe bien que los cristianos deben prepararse para recibir al Se?or que viene, y que hay que hacerlo con atenci?n, pues nadie conoce el momento y el modo en el que vendr? el Se?or. Sin embargo, hay dos cosas seguras: el momento de su venida est? cerca y es un momento decisivo para la salvaci?n de cada uno. Constancia y paciencia no significan resignaci?n, tiempo perdido, impotencia, sino que son la verdadera fuerza de los cristianos, de aquellos que hacen frente al mundo confiando en una fuerza que supera nuestra peque?ez y que hace completa nuestra esperanza. Santiago compara la impaciencia por el retraso con la impaciencia que nace del coraz?n del campesino que no ve r?pidamente el fruto de su trabajo. El disc?pulo de Jes?s no se deja sorprender por sus pensamientos, y espera el d?a del Se?or con paciencia, orando, trabajando, sirviendo a los m?s pobres y escuchando cada d?a la Palabra del Se?or, es decir, recibiendo "las lluvias tempranas y tard?as". La impaciencia, que en el fondo es buscar la satisfacci?n de uno mismo, provoca murmuraciones y lleva a discordias en la comunidad de creyentes. En la impaciencia es f?cil tomarla con los dem?s, lamentarse, como si la culpa de no ver los frutos fuera de los dem?s. El disc?pulo, en cambio, es paciente porque pone toda su confianza en el Se?or, incluso en los momentos dif?ciles de la vida. Santiago invita a fijarse en los profetas que han dado testimonio del amor de Dios entre los hombres, y cita expl?citamente a Job, que sufri? duras pruebas durante su vida pero deposit? toda su confianza en Dios y no solo obtuvo la gracia de encontrarlo sino que recibi? como premio el doble de cuanto hab?a perdido (Jb 42,11ss). El Se?or da su recompensa en la vida presente y en la futura, como Jes?s mismo le contest? a Pedro que le preguntaba qu? iba a pasarle a ?l y a los dem?s que lo hab?an dejado todo: recibir?is el ciento por uno en esta vida, junto a las persecuciones, y en el futuro, la vida eterna. Los creyentes saben que eso es posible "porque el Se?or es compasivo y misericordioso".

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.