ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or
Martes 24 de julio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Esp?ritu del Se?or est? sobre ti,
el que nacer? de ti ser? santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Primera Pedro 5,1-4

A los ancianos que est?n entre vosotros les exhorto yo, anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y part?cipe de la gloria que est? para manifestarse. Apacentad la grey de Dios que os est? encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, seg?n Dios; no por mezquino af?n de ganancia, sino de coraz?n; no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey. Y cuando aparezca el Mayoral, recibir?is la corona de gloria que no se marchita.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aqu? Se?or, a tus siervos:
h?gase en nosotros seg?n tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El ap?stol, por ?ltimo, se dirige a los responsables del Evangelio, que entonces deb?an ser los m?s ancianos. Y se autodenomina "anciano como ellos". Acaba de hablar de cumplir el deber cotidiano de todo creyente, y eso es m?s apropiado si cabe para los ancianos, llamados a custodiar y guiar la comunidad. Les dice: "Apacentad la grey de Dios". Pedro sin duda recordaba la exhortaci?n que le hizo Jes?s a orillas del lago de Tiber?ades tras la resurrecci?n: "Apacienta mis ovejas" (Jn 21,16). Y sobre todo ten?a presente la compasi?n de Jes?s por aquellas muchedumbres que encontraba cada d?a y que "estaban como ovejas que no tienen pastor" (Mc 6,34). Rebosa amor la exhortaci?n a apacentar el reba?o "no forzados, sino voluntariamente, seg?n Dios", recordando justamente el ejemplo de Jes?s, el verdadero buen pastor, que no ejerc?a su dominio sobre las ovejas, sino que las envolv?a con su misericordia. En varias ocasiones Jes?s hab?a repetido que no vino para ser servido sino para servir y para dar su vida por todos. Es el ejemplo que los ancianos deben tener ante los ojos para ser ellos mismos ejemplares. Los ancianos (los presbyteroi) eran los responsables de la comunidad. No obstante, existe una responsabilidad, a la que podemos denominar pastoral, y que ata?e a todos los fieles. Cada disc?pulo es constituido, en cierto modo, como "pastor" de los dem?s, en el sentido que debe preocuparse de los hermanos y de las hermanas, as? como de los pobres. El amplio tema de la responsabilidad de los laicos no debe entenderse como una especie de reivindicaci?n, sino como un compromiso a ser responsables de todos. Y si a algunos se les encomienda el ministerio pastoral de manera espec?fica, a todos se conf?a el mandamiento del amor por el que unos son guardianes de los otros, aquel mandamiento que Dios hab?a pedido a Ca?n desde el inicio: ser guardi?n de la vida del hermano, algo que ?l no hizo. Por eso tambi?n cada uno de los disc?pulos debe sentir la responsabilidad de que todos crezcan en la fe y en el amor. Y cada uno, seg?n su propio carisma, debe obrar para el bien com?n de la comunidad.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.