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Oraci?n por la Paz
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Oraci?n por la Paz

Recuerdo de san Lucas, evangelista y autor de los Hechos de los Ap?stoles. Seg?n la tradici?n fue m?dico y pintor. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oraci?n por la Paz
Jueves 18 de octubre

Recuerdo de san Lucas, evangelista y autor de los Hechos de los Ap?stoles. Seg?n la tradici?n fue m?dico y pintor.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 1,1-4

Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo tambi?n, despu?s de haber investigado diligentemente todo desde los or?genes, escrib?rtelo por su orden, ilustre Te?filo, para que conozcas la solidez de las ense?anzas que has recibido.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hoy la Iglesia recuerda a san Lucas, autor del tercer Evangelio y de los Hechos de los Ap?stoles. Las palabras que hemos escuchado abren la narraci?n evang?lica lucana. Ya en estas primeras palabras se percibe el respeto con el que Lucas se aproxima a la Palabra de Dios. No destaca su persona ni hace sobresalir su presencia en lo m?s m?nimo. Ni siquiera dice su nombre. Se considera un ministro al servicio de la Palabra misma que desea transmitir con fidelidad absoluta a todos aquellos que, como ?l, no conocieron personalmente a Jes?s, pero que hab?an vivido la experiencia de la fe dentro de la comunidad cristiana. La Iglesia, acogiendo esta obra suya entre los Libros sagrados, reconoci? en ?l a un creyente inspirado por Dios. Disc?pulo de Pablo, nombrado en la segunda Carta a Timoteo (4,11), Lucas recoge en sus escritos el testimonio de los ap?stoles sobre el Se?or y sobre las primeras comunidades, sobre todo las fundadas por Pablo, de quien hab?a sido compa?ero en algunos de sus viajes misioneros. En sus p?ginas evang?licas nos comunica el crecimiento de la comunidad de los disc?pulos, atra?dos por la misericordia de Jes?s y por su compasi?n sin l?mites por los pobres y por los enfermos sin excluir a ninguno. Lucas da muestra del milagro de este amor que todav?a hoy, a trav?s de su obra escrita, contin?a curando el coraz?n de muchos. El Evangelio, que relata lo que dijo e hizo Jes?s, y los Hechos de los Ap?stoles, que siguen las vicisitudes de la comunidad cristiana desde Jerusal?n hasta Roma, son un testigo vivo de la historia de la Iglesia, que, movida por el Esp?ritu Santo, no tiene miedo de confiarse al Se?or y de comunicar la buena noticia hasta los extremos de la tierra.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.