ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jes?s crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jes?s crucificado

Recuerdo de la dedicaci?n de la catedral de Roma, la Bas?lica de los santos Juan Bautista y Evangelista en Letr?n. Oraci?n por la Iglesia de Roma. Recuerdo de la "Noche de los cristales", inicio de la persecuci?n nazi contra los jud?os. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jes?s crucificado
Viernes 9 de noviembre

Recuerdo de la dedicaci?n de la catedral de Roma, la Bas?lica de los santos Juan Bautista y Evangelista en Letr?n. Oraci?n por la Iglesia de Roma. Recuerdo de la "Noche de los cristales", inicio de la persecuci?n nazi contra los jud?os.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 4,19-24

Le dice la mujer: ?Se?or, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros dec?s que en Jerusal?n es el lugar donde se debe adorar.? Jes?s le dice: ?Cr?eme, mujer, que llega la hora
en que, ni en este monte, ni en Jerusal?n
adorar?is al Padre. Vosotros ador?is lo que no conoc?is;
nosotros adoramos lo que conocemos,
porque la salvaci?n viene de los jud?os. Pero llega la hora (ya estamos en ella)
en que los adoradores verdaderos adorar?n al Padre en
esp?ritu y en verdad,
porque as? quiere el Padre que sean los que le adoren.
Dios es esp?ritu,
y los que adoran,
deben adorar en esp?ritu y verdad.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El recuerdo de la dedicaci?n de la Bas?lica de San Juan en Letr?n, que se celebra sobre todo en Roma, es de gran valor para todos, por eso se encuentra en el calendario lit?rgico de la Iglesia latina. Por ello, hoy, nos dirigimos todos a la catedral de la Iglesia de Roma en una especie de peregrinaci?n espiritual y nos estrechamos todos alrededor del Papa para que nos confirme en la fe com?n en el Se?or. Era el 9 de noviembre de 1215 cuando el papa san Ceferino entraba, acompa?ado por el clero de Roma, en la Bas?lica de Letr?n para consagrarla a la oraci?n de la comunidad cristiana. No estaba permitido todav?a construir Iglesias dentro de las murallas y Constantino eligi? un terreno de su propiedad fuera de las murallas para edificar la Iglesia catedral de Roma. El papa, como constaba en el rito lit?rgico, hisope? (o roci? con agua bendita) los muros y los marc? con doce cruces para indicar las doce puertas de la Jerusal?n celestial. Entonces se dirigi? al altar, signo de Cristo, piedra angular del nuevo templo, y lo consagr? con aceite santo e incienso. Fue un d?a de fiesta para toda la Iglesia de Roma. Y hoy lo es para toda la Iglesia. S?, todas las Iglesias, tambi?n las que no est?n en plena comuni?n con la Iglesia cat?lica, hoy pueden y deben mirar a este lugar que representa en la tierra La Jerusal?n del cielo. Pero hoy no recordamos simplemente un acontecimiento hist?rico, ni recordamos el d?a de la inauguraci?n de un museo. Aquel d?a fue un d?a santo para Roma; un verdadero d?a sin ocaso. Ah?, como en cada catedral y en cada iglesia del mundo, la misericordia y la presencia de Dios nunca han desaparecido. Hablamos de la Bas?lica de San Juan, pero nos referimos a todas las catedrales esparcidas por todo el mundo. En ellas, hombres y mujeres de la tierra, somos acogidos y transformados hasta convertirnos en ciudadanos del cielo, es decir el verdadero templo de Dios, el lugar en el que El ha puesto su casa. Nadie es santo por s? mismo; ning?n objeto es sagrado en s?. Un lugar es sagrado cuando Dios lo santifica, cuando Dios vive en ?l. Pablo, dirigi?ndose a los cristianos de Corinto, les dec?a: vosotros sois "edificio de Dios"; y a quien ten?a poca memoria a?ad?a con seriedad: "?No sab?is que sois santuario de Dios y que el Esp?ritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruir? a ?l; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario. " (1 Co 3,16-17). Nosotros somos el santuario de Dios. Y as? podemos comprender el sentido de las palabras que Jes?s dijo a la samaritana y que han sido proclamadas de nuevo: "Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorar?n al Padre en esp?ritu y en verdad, porque as? quiere el Padre que sean los que le adoren" (Jn 4,23). Adorar al Padre en esp?ritu y verdad quiere decir dejarse llenar el coraz?n de la gracia del Se?or, dejarse inundar por Su Palabra que nos edifica como santuario espiritual. El edificio sagrado en la tierra es un modelo que nos inspira. Por eso, ante el individualismo religioso, tenemos que preguntarnos qu? ser?a de nuestros edificios de culto si cada piedra, peque?a o grande, decidiera separarse y permanecer dispersa en los campos. Simplemente dejar?an de existir. Y si nosotros intentamos construir iglesias bellas y exquisitas, (?qu? triste es el descuido que tantas veces se encuentra en ellas!) es para que nos ayuden a construir la belleza y la exquisitez de nuestra comuni?n.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.