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Memoria de la Iglesia
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Recuerdo de la dedicaci?n de la Bas?lica de Santa Mar?a en Trast?vere. En esta iglesia reza cada noche la Comunidad de Sant'Egidio. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 15 de noviembre

Recuerdo de la dedicaci?n de la Bas?lica de Santa Mar?a en Trast?vere. En esta iglesia reza cada noche la Comunidad de Sant?Egidio.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendr?n
un solo reba?o y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

2Cr?nicas 25,1-28

Veinticinco a?os ten?a Amas?as cuando comenz? a reinar, y rein? veintinueve a?os en Jerusal?n. Su madre se llamaba Yehoadd?n, de Jerusal?n. Hizo lo recto a los ojos de Yahveh, aunque no de todo coraz?n. Cuando se afianz? en su reinado, dio muerte a los servidores que hab?an matado al rey su padre. Pero no hizo morir a los hijos de ellos, conforme a lo escrito en la Ley, en el libro de Mois?s, donde Yahveh ten?a prescrito: "No han de morir los padres por los hijos ni los hijos han de morir por los padres, sino que cada uno morir? por su propio pecado." Amas?as congreg? a Jud? y estableci? por todo Jud? y Benjam?n, seg?n las casas paternas, jefes de millar y jefes de cien; hizo el censo de ellos, desde los veinte a?os para arriba, y hall? 300.000 hombres escogidos, aptos para la guerra y el manejo de lanza y pav?s. Tom? tambi?n a sueldo en Israel, por cien talentos de plata, a 100.000 hombres valientes. Pero vino donde ?l un hombre de Dios que le dijo: "Oh rey, que no salga contigo el ej?rcito de Israel, porque Yahveh no est? con Israel, ni con ninguno de los efraimitas. Si vienen contigo, t? te portar?s esforzadamente en la batalla, pero Dios te har? caer ante el enemigo, porque Dios tiene poder para ayudar y para derribar." Respondi? Amas?as al hombre de Dios: "?Y qu? hacer con los cien talentos que he dado a la tropa de Israel?" Contest? el hombre de Dios: "Tiene Yahveh poder para darte mucho m?s que eso." Y Amas?as apart? los destacamentos que le hab?an venido de Efra?m, para que se volviesen a sus lugares. Ellos se irritaron mucho contra Jud? y se volvieron a sus casas ardiendo en c?lera. Amas?as cobr? ?nimo y, tomando el mando de su pueblo, march? al valle de la Sal, y dio muerte a 10.000 hombres de los seir?es. Los hijos de Jud? apresaron vivos a otros 10.000 y, llev?ndolos a la cumbre de la pe?a, los precipitaron desde all?, quedando todos ellos reventados. Entretanto, la tropa que Amas?as hab?a hecho volver, para que no fuesen con ?l a la guerra, se desparramaron por las ciudades de Jud?, desde Samar?a hasta Bet Jor?n, pero fueron derrotados 3.000 de ellos y se recogi? mucho bot?n. Despu?s de regresar Amas?as de su victoria sobre los edomitas, introdujo los dioses de los seir?es; eligi? los dioses de ellos, postr?se ante ellos y les quem? incienso. Se encendi? la ira de Yahveh contra Amas?as y le envi? un profeta, que le dijo: "?Por qu? has buscado a los dioses de ese pueblo, que no han podido librar de tu mano a su propia gente?" Mientras ?l le hablaba, Amas?as le interrumpi?: "?Acaso te hemos hecho consejero del rey? ?C?llate! ?Por qu? te han de matar?" El profeta concluy? diciendo: "Yo s? que Dios ha determinado destruirte, porque hiciste eso y no quieres escuchar mi consejo." Amas?as, rey de Jud?, despu?s de haber deliberado, envi? mensajeros a Jo?s, hijo de Joacaz, hijo de Jeh?, rey de Israel, para decirle: "?Sube y nos veremos las caras!" Pero Jo?s, rey de Israel, mand? decir a Amas?as, rey de Jud?: "El cardo del L?bano mand? a decir al cedro del L?bano: Dame tu hija para mujer de mi hijo. Pero las bestias salvajes del L?bano pasaron y pisotearon el cardo. T? te dices: "He derrotado a Edom." Por eso te lleva tu coraz?n a jactarte. S? glorioso, pero qu?date ahora en tu casa. ?Por qu? exponerte a una calamidad y a caer t? y Jud? contigo?" Pero Amas?as no le escuch?, pues era disposici?n de Dios entregarlos en manos de sus enemigos, por haber buscado a los dioses de Edom. Subi? Jo?s, rey de Israel, y se enfrentaron, ?l y Amas?as, rey de Jud?, en Bet Semes de Jud?. Jud? fue derrotado por Israel y huyeron cada uno a su tienda. Jo?s, rey de Israel, captur? a Amas?as, rey de Jud?, hijo de Jo?s, hijo de Ocoz?as, en Bet Semes y le llev? a Jerusal?n; y abri? una brecha de cuatrocientos codos en la muralla de Jerusal?n desde la puerta de Efra?m hasta la puerta del Angulo. Tom? todo el oro y la plata y todos los objetos que se hallaban al cuidado de Obededom en la Casa de Dios, y los tesoros de la casa del rey, as? como tambi?n rehenes, y se volvi? a Samar?a. Amas?as, hijo de Jo?s, rey de Jud?, sirvi? quince a?os despu?s de la muerte de Jo?s, hijo de Joacaz, rey de Israel. El resto de los hechos de Amas?as, los primeros y los postreros, ?no est?n escritos en el libro de los reyes de Jud? y de Israel? Despu?s que Amas?as se apart? de Yahveh, se conjuraron contra ?l en Jerusal?n, por lo que huy? a Lak?s; pero enviaron gente en su persecuci?n hasta Lak?s y all? lo mataron. Traj?ronle a caballo y le sepultaron con sus padres en la Ciudad de David.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Cronista empieza la historia del reinado de Amas?as (796-767 a.C.) con una valoraci?n positiva aunque con una advertencia problem?tica: "Hizo lo recto a los ojos del Se?or, aunque no de todo coraz?n" (v. 2). El texto sugiere que no hay que dar por descontado la lealtad al Se?or. Es necesaria una asiduidad en la escucha y lealtad en realizar lo que el Se?or nos dice. En los cap?tulos precedentes, para confirmar esta convicci?n, el autor ha mostrado que tambi?n un rey que sigue la ley de Dios, come Jo?s, se puede alejar si se niega a escuchar. Y la historia juzga duramente a quien se aleja de Dios. El rey Amas?as adhiri? los primeros a?os de su gobierno a las prescripciones de la ley. Y esto le fue reconocido en su favor. Posteriormente, sin embargo eligi? aliarse con las tribus del Norte, porque quer?a declarar la guerra a los edomitas. Hizo un censo para comprobar su poder; pero no agradeci? al Se?or por todo lo que hab?a recibido, y decidi? confiar en mercenarios del Norte para reforzar su ej?rcito. No pens? en el peligro de aliarse con el ej?rcito de Israel. El Se?or mand? un profeta ("un hombre de Dios") para advertir a Amas?as de que no firmara esa alianza. El rey escuch? el consejo del profeta pero dijo que ya hab?a pagado a los mercenarios. Pero de todos modos los despidi?. A primera vista podr?a parecer una debilidad. No era as?. Aceptando la propia debilidad y apoy?ndose s?lo en el Se?or, el rey pod?a comprender personalmente el verdadero sentido del nombre "Israel": fuerte con Dios. En realidad, esta actitud la vemos repetida a menudo en las p?ginas de la Escritura: el creyente es fuerte cuando es d?bil, es decir cuando conf?a en el Se?or y no en las propias fuerzas. Por desgracia, el error cometido contratando a esos mercenarios del Norte comporta tristes consecuencias como la masacre que esos soldados realizaron mientras se retiraban al norte. Siempre es importante discernir y comportarse con prudencia, porque los pecados, tambi?n los que se refieran a un mal gobierno, provocan consecuencias negativas. La misma batalla contra los Edomitas, que el rey hab?a ganado, lo condujo otra vez a la desgracia. El, como se sol?a hacer en aquella ?poca, se llev? los ?dolos que veneraban los Edomitas. Decidi? conservarlos y empez? a venerarlos. El Se?or, una vez m?s, envi? al rey un profeta que lo advirti? del error. Amas?as no escuch? al profeta y continu? convencido de sus ideas, incluso interrumpi? al profeta oblig?ndole a callar bajo amenaza de muerte. Lo mismo le hab?a sucedido al profeta Zacar?as que su padre Jo?s hab?a mandado matar. El endurecimiento del coraz?n lo llev? a la ruina. No permiti? que la Palabra de Dios atravesara el umbral de su coraz?n. Y la Palabra le alej? de la vida. El Cronista cuenta a continuaci?n la guerra contra Jo?s rey de Israel. Una vez m?s aparece el pecado m?s insidioso para un rey: la falta de escucha y de discernimiento. Amas?as se deja guiar una vez m?s por el juicio de malos consejeros y rechaza el consejo del profeta. El orgullo del poder y la arrogancia en el ejercerlo ofuscan la mente de Amas?as. El Se?or, indirectamente, lo sigue ayudando con la exhortaci?n de la par?bola del cardo y del cedro. Pero Amas?as, esclavo de s? mismo y de sus razones, ya no es capaz de escuchar a nadie m?s que a s? mismo. Durante la guerra lo hacen prisionero, mientras derrumban las murallas septentrionales de Jerusal?n y depredan el tesoro del templo. En la dura derrota, se lee el juicio severo de Dios hacia Amas?as. El pueblo tambi?n abandon? al rey v?ctima de una conjura palatina.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.