ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Mi?rcoles 6 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Romanos 15,1-13

Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los d?biles y no buscar nuestro propio agrado. Que cada uno de nosotros trate de agradar a su pr?jimo para el bien, buscando su edificaci?n; pues tampoco Cristo busc? su propio agrado, antes bien, como dice la Escritura: Los ultrajes de los que te ultrajaron cayeron sobre mi. En efecto todo cuanto fue escrito en el pasado, se escribi? para ense?anza nuestra, para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. Y el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, seg?n Cristo Jes?s, para que un?nimes, a una voz, glorifiqu?is al Dios y Padre de nuestro Se?or Jesucristo. Por tanto, acogeos mutuamente como os acogi? Cristo para gloria de Dios. Pues afirmo que Cristo se puso al servicio de los circuncisos a favor de la veracidad de Dios, para dar cumplimiento a las promesas hechas a los patriarcas, y para que los gentiles glorificasen a Dios por su misericordia, como dice la Escritura: Por eso te bendecir? entre los gentiles y ensalzar? tu nombre. Y en otro lugar: Gentiles, regocijaos juntamente con su pueblo; y de nuevo: Alabad, gentiles todos, al Se?or y c?ntenle himnos todos los pueblos. Y a su vez Isa?as dice: Aparecer? el reto?o de Jes?, el que se levanta para imperar sobre los gentiles. En ?l pondr?n los gentiles su esperanza. El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Esp?ritu Santo.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo contin?a su exhortaci?n sobre la primac?a de la comuni?n. Y aunque se incluye entre los ?fuertes?, es decir, entre los que viven la libertad respecto a la ley, propone nuevamente la primac?a de la edificaci?n de la comunidad cristiana. Y el motivo es siempre el de la libertad frente al amor por uno mismo y al desear tan solo la propia satisfacci?n. Ni siquiera Jes?s, escribe Pablo, ?busc? su propio agrado?. En efecto, la tentaci?n de la autorreferencialidad est? siempre al acecho, y asume las formas m?s diversas, incluso la de sentirse, de una forma u otra, justificado. En verdad el ?nico camino que el disc?pulo est? llamado a recorrer es el del maestro. Y sabemos bien cu?ntas veces el Se?or repiti?: no he venido a ser servido sino a servir, y a dar su vida en rescate de muchos. Jes?s no solo no ha conservado su vida: ?l baj? del cielo para hacerse siervo de todos. Esta actitud es lo que cualifica al cristiano, el disc?pulo de Jes?s. De aqu? nace la disponibilidad para acogerse los unos a los otros, como escribe el ap?stol. Este ?servicio? de la acogida rec?proca Jes?s lo vivi? y practic? en primer lugar. En una sociedad como la nuestra, donde cada uno quiere afirmar a toda costa el propio yo, donde el egocentrismo y la satisfacci?n de uno mismo y de los propios deseos se ha convertido en una ley inexorable, el ejemplo de los cristianos que se acogen mutuamente, que no saben vivir sin el otro, que no conciben la vida sin la acogida a los pobres como hermanos y hermanas, se hace cada vez m?s urgente. La comunidad cristiana que vive la comuni?n que recibe de Dios ?salva? a la sociedad humana de la barbarie y del egocentrismo.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.