ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Mi?rcoles 6 de marzo


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, naci?n santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Primera Corintios 9,19-27

Efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los m?s que pueda. Con los jud?os me he hecho jud?o para ganar a los jud?os; con los que est?n bajo la Ley, como quien est? bajo la Ley - aun sin estarlo - para ganar a los que est?n bajo ella. Con los que est?n sin ley, como quien est? sin ley para ganar a los que est?n sin ley, no estando yo sin ley de Dios sino bajo la ley de Cristo. Me he hecho d?bil con los d?biles para ganar a los d?biles. Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos. Y todo esto lo hago por el Evangelio para ser part?cipe del mismo. ?No sab?is que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ?Corred de manera que lo consig?is! Los atletas se privan de todo; y eso ?por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible. As? pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes en el vac?o, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo proclamado a los dem?s, resulte yo mismo descalificado.

 

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

Ustedes ser?n santos
porque yo soy santo, dice el Se?or.

Gloria a ti, oh Se?or, sea gloria a ti

La verdadera libertad, de la que Pablo da testimonio y nos anuncia tambi?n a nosotros, es la de hacerse ?esclavo de todos? para comunicar el Evangelio. El ap?stol, con esa fuerza que nace de su mismo testimonio de vida, une las dos afirmaciones: ?Libre de todos, me he hecho esclavo de todos?. Se escucha aqu? el eco de las palabras de Jes?s: ?Pero no ha de ser as? entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, ser? vuestro servidor? (Mc 10,43). Pero no se trata de un ejercicio asc?tico para perfeccionar el alma: el ap?stol se ha hecho esclavo para ganar el mayor n?mero de personas a Cristo. En pocas l?neas repite cinco veces el verbo ?ganar?, al que une estrechamente el otro verbo, ?salvar?. El coraz?n del ap?stol no late para s? mismo, sino que se ensancha para abrazar el mundo: ?Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos?. No solo no excluye a nadie (jud?os o paganos, no importa), sino que parece no darse reposo hasta que el Evangelio llegue al mayor n?mero posible de personas. Esta es su carrera, su competici?n, para toda la vida. Es un testimonio que deber?a resonar con una fuerza especial para los cristianos al inicio de este nuevo milenio. Pablo, una vez m?s, vuelve en medio de nosotros como quien ha sabido comprender el esp?ritu universal de la predicaci?n de Jes?s, y la ha convertido en la raz?n de su propia vida. Podr?amos decir que es el primero que realiza la globalizaci?n del amor derrotando toda cerraz?n, toda frontera, todo etnicismo, incluso el religioso. El ap?stol quiere llegar al mundo entero: piensa en Roma, la capital del Imperio, y quiere llegar hasta Espa?a, el l?mite extremo. Pablo sigue siendo hoy, para todas las comunidades cristianas, ejemplo de c?mo se comunica el Evangelio hasta los ?ltimos confines de la tierra. Sin embargo el problema ?como siempre? no es exterior: no tenemos pruebas totalmente irrefutables de que Pablo llegara a Espa?a; lo importante es la universalidad del coraz?n. Es ah?, en nuestro coraz?n, donde se abaten las fronteras y las barreras. En efecto, las fronteras, antes que fuera, est?n trazadas en el coraz?n y en la mente de los hombres.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.