ORACIÓN CADA DÍA

Oraci?n de la Pascua
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oraci?n de la Pascua
Mi?rcoles 3 de abril


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere m?s!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 24,13-35

Aquel mismo d?a iban dos de ellos a un pueblo llamado Ema?s, que distaba sesenta estadios de Jerusal?n, y conversaban entre s? sobre todo lo que hab?a pasado. Y sucedi? que, mientras ellos conversaban y discut?an, el mismo Jes?s se acerc? y sigui? con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran. El les dijo: ??De qu? discut?s entre vosotros mientras vais andando?? Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleof?s le respondi?: ??Eres t? el ?nico residente en Jerusal?n que no sabe las cosas que estos d?as han pasado en ella?? El les dijo: ??Qu? cosas?? Ellos le dijeron: ?Lo de Jes?s el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; c?mo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esper?bamos que ser?a ?l el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres d?as desde que esto pas?. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta hab?an visto una aparici?n de ?ngeles, que dec?an que ?l viv?a. Fueron tambi?n algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres hab?an dicho, pero a ?l no le vieron.? El les dijo: ??Oh insensatos y tardos de coraz?n para creer todo lo que dijeron los profetas! ?No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara as? en su gloria?? Y, empezando por Mois?s y continuando por todos los profetas, les explic? lo que hab?a sobre ?l en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, ?l hizo adem?n de seguir adelante. Pero ellos le forzaron dici?ndole: ?Qu?date con nosotros, porque atardece y el d?a ya ha declinado.? Y entr? a quedarse con ellos. Y sucedi? que, cuando se puso a la mesa con ellos, tom? el pan, pronunci? la bendici?n, lo parti? y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero ?l desapareci? de su lado. Se dijeron uno a otro: ??No estaba ardiendo nuestro coraz?n dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?? Y, levant?ndose al momento, se volvieron a Jerusal?n y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que dec?an: ??Es verdad! ?El Se?or ha resucitado y se ha aparecido a Sim?n!? Ellos, por su parte, contaron lo que hab?a pasado en el camino y c?mo le hab?an conocido en la fracci?n del pan.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere m?s!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

La Iglesia nos hace permanecer a?n dentro de la Pascua con la narraci?n de Ema?s: no debemos alejarnos de ella, sino volver a vivirla para gastar el misterio salv?fico. El viaje de los dos disc?pulos sigue a?n con nosotros. Podremos decir que su tristeza es tambi?n la nuestra y seguramente la de muchos hombres y de muchas mujeres que viven aplastados por el dolor y por la violencia. ?Cu?ntos, tambi?n hoy, cediendo a la resignaci?n de que nada puede cambiar, como aquellos dos disc?pulos, regresan a su pueblo peque?o, a sus ocupaciones y a sus intereses personales? Es verdad que no faltan motivos justos para resignarse: el Evangelio mismo es a menudo derrotado por el mal. Todos vemos que a menudo el odio vence al amor, el mal al bien y la indiferencia a la compasi?n. Pero viene entre nosotros un extranjero, s?, uno que no se ha resignado a la mentalidad del mundo, que comienza a explicarnos las Escrituras. Hay un di?logo entre aquellos dos y el extranjero. Y a medida que este di?logo contin?a, la tristeza de los dos desaparece y su coraz?n se entusiasma. No se dan cuenta de lo que sucede: es necesario crecer en el conocimiento y en el amor para que los ojos se abran. Tras la conversaci?n, hacia el final del viaje, sale con emoci?n de su coraz?n una oraci?n simple: ?Qu?date con nosotros?. El extranjero escucha su oraci?n. ?l mismo hab?a sugerido a los disc?pulos: ?Pedid y recibir?is? (Jn 16,24). Y en el Apocalipsis: ?si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entrar? en su casa y cenar? con ?l y ?l conmigo? (Ap 3,20). Y Jes?s entr? a cenar con los dos. Y mientras part?a el pan le reconocieron. Al ver aquel gesto de ?partir el pan?, que solo Jes?s sab?a hacer, los dos reconocieron al maestro. Ya no estaba en la tumba. Al contrario, les acompa?aba ahora por las calles del mundo. Y enseguida salieron para comunicar el Evangelio de la resurrecci?n a los dem?s hermanos.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.