ORACIÓN CADA DÍA

Oración de la Vigilia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración de la Vigilia
Sábado 25 de mayo


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 10,13-16

Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: ?Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.? Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este episodio tiene lugar durante una de las paradas del viaje de Jesús a Jerusalén. Era costumbre presentar niños a los rabinos para que los bendijesen imponiéndoles las manos. Lo mismo sucede con Jesús, y probablemente los discípulos los rechazaron al verlos llegar, les alejaron. Pero Jesús los reprende porque los quiere cerca de él. ?Y cómo no pensar en los millones de niños de nuestro mundo que no saben adónde ir y son explotados? ?En los muchos niños migrantes separados de sus padres por leyes injustas y crueles contra los extranjeros? Por ello, quienes se ponen a su lado para ayudarles, educarles, defenderles, recibirán sin duda una gran recompensa. Y cuando Jesús dice: "El que no reciba el reino de Dios como niño, no entrará en él", propone una enseñanza central en la vida del discípulo. Varias veces en los Evangelios se repite este concepto. El discípulo es ante todo un niño que lo recibe todo del Padre y depende de él en todo. Este es el tema de la primera bienaventuranza del sermón de la montaña: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". Los pobres de espíritu son los humildes, los que se hacen hijos ante Dios para depender de él y se consideran siempre hijos amados por el Padre que han "recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!" (Rm 8,15).

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.