La Comunidad de Sant’Egidio ha recibido con alegría y renovado compromiso el fuerte llamamiento del papa Francisco para que se llegue a una moratoria de la pena capital en el mundo durante el año de la Misericordia: así lo deben hacer los gobernantes cristianos y todo el mundo para llegar un día, que esperamos que sea pronto, a la abolición de la pena de muerte en todos los continentes.
Hablando en el Angelus precisamente del congreso internacional organizado por Sant'Egidio, que se celebrará mañana en Roma, Francisco nos anima a vivirlo como una ocasión preciosa para hacer que la campaña de la abolición de la pena capital haga avances importantes. Por la mañana ministros de justicia representantes de 30 países –tanto mantenedores como abolicionistas– se reunirán en la Cámara de Diputados y por la tarde en el Quirinal. Se trata de un congreso único que intenta con serenidad y competencia buscar caminos para llegar a una moratoria universal de la pena de muerte.
En los muchos años que llevamos impulsando la campaña contra la pena de muerte –acompañados por el apoyo activo de miles de ayuntamientos en todo el mundo que se han sumado a "Ciudades por la Vida"– hemos visto aquellos "signos de esperanza" en la opinión pública de los que ha hablado el Papa. Sin olvidar los importantes avances que se han hecho a nivel institucional: la última votación por la moratoria universal de las ejecuciones capitales en la Asamblea General de la ONU, en 2014, tuvo un sorprendente éxito con 114 países a favor. Hay que hacer que este movimiento crezca a todos los niveles de la sociedad, de las instituciones y de los gobiernos.
Nos alientan las recientes aboliciones de la pena capital en Mongolia y en el código penal de Costa de Marfil, después de que se hubiera eliminado ya hace años en la Constitución. Luchemos para que África sea, después de Europa, el próximo continente libre de pena de muerte.
Sobre todo hoy, en un mundo en el que se difunden el terrorismo y la violencia difusa –y con ellos el intento de responder con más violencia, incluso por parte del Estado, reintroduciendo la pena capital– no hay que bajar la guardia en la campaña por la abolición. Por último hay que curar a los pueblos de la fascinación del rencor y de la venganza, pues, aunque disminuyen las ejecuciones, en algunas zonas del mundo son muy frecuentes los asesinatos extrajudiciales y los linchamientos.