MUNDO

Summer School para los niños de Kiev, Irpín, Leópolis e Ivano-Frankivsk, para curar el miedo en los refugios y las heridas de la guerra

La guerra no frena el trabajo de los jóvenes ucranianos de Sant’Egidio, que este verano han organizado las Summer Schools para niños de Kiev, Irpín, Leópolis e Ivano-Frankivsk.
Participaron en el acto más de 300 niños y adolescentes. Todos están viviendo la dura experiencia de la guerra: bombardeos, huir de su ciudad, familiares en el frente o atrapados en territorios ocupados, separación de los seres queridos y de los amigos, adaptarse a una nueva ciudad, soledad y a menudo pobreza. ¡Problemas demasiado grandes para niños tan pequeños!
La Comunidad está respondiendo a su drama abriendo Escuelas de la paz en las ciudades azotadas por la guerra. Allí los adolescentes cuidan de los más pequeños. También ellos sufren por la guerra, pero esta ayuda es un signo de curación y de esperanza para unos y para otros.

La Summer School duró cuatro días en cada ciudad. En este tiempo los niños, que ya hace unos años que estudian online, han encontrado amigos. Los que solo saben jugar al "puesto de control" y a la "guerra" vuelven a encontrar el gusto por jugar a juegos pacíficos. Los que habían dejado de hablar subieron al escenario a cantar o a recitar una poesía. Los que tenían miedo de estar sin sus padres fueron solos durante un día a la montaña o al zoo.

A veces, durante la Summer School, sonaban las alarmas antiaéreas y los niños bajaban al refugio. Pero incluso durante la alarma, como estaban juntos, no tenían tanto miedo, porque podían cantar o jugar con otros niños.

"El pequeño S., de Donetsk, ahora vive en Kiev. Tiene 6 años. A causa de la guerra es un niño muy silencioso. No habla, pero le gustan mucho los animales. Durante la Summer School fuimos juntos al zoo. Era la primera vez que S. iba al zoo, y fue corriendo en seguida a ver a sus queridos lagartos y los cocodrilos. Estaba realmente feliz. Yo, en cambio, en más de una ocasión tuve que apartarme un poco y me puse a llorar, porque me impresionó comprender todo el dolor que vio este niño y ver que finalmente puede pasarlo bien".

Esta es la historia que explica Sofía, de quince años, que hace la Summer School en Kiev. Para S. y otros adolescentes, el trabajo con los niños les permite socializar, ayudar a su país, ser creativos y aprender a asumir una responsabilidad.