Rusia-Ucrania. Es el momento de salir a la calle por la paz

Rusia-Ucrania. Es el momento de salir a la calle por la paz

Artículo de Marco Impagliazzo

El peligro de un conflicto militar a gran escala en Ucrania parece cada vez más cerca de producirse. Según algunos es inevitable que empiece una acción bélica. ¿Existe, pues, el riesgo de una guerra en Europa? Esta dramática pregunta ha estado rondando dentro y fuera de nuestro continente desde hace algunas semanas, ya que la tensión en la frontera entre la Federación de Rusia y Ucrania lleva tiempo ya en un nivel peligroso. Todos los indicios hacen presagiar un conflicto abierto entre los dos países. Rusia está acumulando hombres y medios en cantidades alarmantes, Kiev está haciendo lo mismo y, consciente de la disparidad de fuerzas, acepta gustosamente el apoyo de otros países, algunos de los cuales, a decir verdad, no se hacen de rogar. Los gobiernos occidentales han pedido a sus ciudadanos que abandonen Ucrania.

La escalada de declaraciones y de señales mediáticas de alarma ha entrado en una espiral imparable a primera vista. Pero hay que decir claramente que hoy es una locura pensar en el retorno de la guerra a Europa. De hecho, sería negar en un instante más de 75 años de historia en los que, aparte de la herida –aún no curada– de los Balcanes, nuestro continente ha sabido hacer milagros de paz. No hay más que pensar en el cierre de largas y repetidas hostilidades, como las que hubo entre Francia y Alemania. Y sobre todo en el hecho de que Europa ha conseguido levantarse tras el gran abismo de la Shoá. No estaba claro que venciera la democracia como modelo y que se construyera una Unión que, aun siendo imperfecta, es en cualquier caso una barrera para la guerra.

El panorama internacional, sin duda, es complejo. La Rusia de Putin exige garantías para su seguridad, que ve amenazada por una posible adhesión de Ucrania a la OTAN. Los Estados Unidos y sus aliados no tienen la intención de restringir la libertad de adhesión a la Alianza. Moscú piensa y actúa como una potencia global y lo ha demostrado en varias ocasiones en los últimos años. Primero en Siria, luego en Libia. Pero también en escenarios africanos más periféricos. Los países europeos llegan a esta encrucijada con diferentes posiciones, distraídos en parte por cuestiones electorales, algunos sin duda preocupados por las desastrosas consecuencias que tendría un conflicto en sus relaciones con la Federación Rusa.

Rusia y Europa están unidas por múltiples vínculos, que no se pueden romper fácilmente: equilibrios geopolíticos del continente, legados culturales comunes fundamentales para ambas partes, relaciones económicas, principalmente relacionadas con el suministro de gas pero también con una red de intercambios comerciales y de presencia de empresas europeas en la Federación de Rusia.

Una guerra, fueran cuales fueran sus dimensiones y naturaleza, no resolvería ninguno de estos problemas y causaría un enorme sufrimiento a la población ucraniana, mucho mayor que los que ya se han infligido hasta la fecha: desde 2014 el conflicto en Donbass ya ha provocado más de 14 mil víctimas. Sí, porque la guerra de Ucrania ya lleva abierta casi ocho años, aunque a menudo se olvida. ¿Qué pasaría con una ampliación del frente y la implicación de otros países? Se están llevando a cabo frenéticas negociaciones. Las conversaciones entre Rusia y Estados Unidos continúan, e aunque el debate es duro, no se ha interrumpido. La iniciativa del presidente francés Macron es de gran importancia: abre un importante canal de comunicación con el Kremlin, sigue el camino de la mediación entre Moscú y Kiev, intenta reactivar el formato de Normandía y el programa de negociación de Minsk, que son la única plataforma para una resolución pacífica del conflicto del Donbass.

El papa Francisco no se cansa de alzar la voz para pedir responsabilidad por la paz. «La guerra es una locura», dijo el miércoles pasado, pidiendo a los responsables que antepongan el interés común al de las partes. Sí, porque entre los muchos absurdos de esta cuestión también está el de dos pueblos en lucha, unidos por una larga historia común, que, aunque salpicada de conflictos, también ha generado muchos hilos de relaciones familiares y de amistad, así como un patrimonio cultural en gran medida común, al compartir la misma fe cristiana. Y esto va más allá de cualquier consideración geopolítica, económica o estratégica. ¿No sería importante hoy volver a manifestarse por la paz, como se hizo veinte años atrás contra de la guerra de Irak? Desde luego, no sería una ingenuidad, sino un acto de realismo por parte de la ciudadanía europea.

[Traducción de la redacción]


[ Marco Impagliazzo ]