El deber de los cristianos de sostener la paz

El deber de los cristianos de sostener la paz

Para detener el conflicto ucraniano, la diplomacia no es suficiente: también es necesario involucrar a la opinión pública y a las Iglesias. Todavía hay demasiados nacionalismos religiosos y divisiones

EL DEBER DE LOS CRISTIANOS DE SOSTENER LA PAZ

Para detener el conflicto ucraniano, la diplomacia no es suficiente: también es necesario involucrar a la opinión pública y a las Iglesias. Todavía hay demasiados nacionalismos religiosos y divisiones

Las tensiones entre Rusia y Ucrania forman parte de un marco geopolítico más complejo, después del final de la geografía de la guerra fría. El redimensionamiento del espacio de Moscú ha llevado a un proceso de humillación de la dimensión imperial de Rusia y a una mayor sensibilidad a la ampliación de la OTAN y la UE hacia el espacio del antiguo pacto de Varsovia y la URSS. Estas son las raíces de las tensiones actuales que pueden llevar a un conflicto. Las diplomacias europeas, estadounidense, rusa y ucraniana llevan semanas intentando abordar el problema. Esperamos que se haya evitado el conflicto, que sería insensato por muchos motivos. Sería un conflicto muy grave en Europa entre una superpotencia y un gran país europeo.

A pesar de la preocupación generalizada, me ha sorprendido la poca presencia de una opinión pública capaz de consolidar el valor de la paz. Existe una apatía según la cual las decisiones de este tipo corresponden solo a un restringido club. Pero la guerra afecta a todos y es «una aventura sin retorno», como decía Juan Pablo II, porque es un proceso cuyo desarrollo es impredecible. El papel de la diplomacia europea debe contar con el apoyo de una opinión pública comprometida, que demuestre una sensibilidad profundamente arraigada por la paz. La gente debe reapropiarse de este aspecto decisivo de la política y la vida.

Las guerras siempre han hecho reflexionar a los cristianos sobre cuánto la división entre ellos favorece el conflicto. El movimiento ecuménico también nace de esta reflexión después de 1914-1918. Es un tema que volvió a plantearse después de 1945 y de la Shoá. Hoy, después del intenso periodo ecuménico que empezó en los años setenta y ochenta, nos encontramos en una fase de relaciones cordiales entre las Iglesias, pero también de una fuerte división a la que nos resignamos. Las iglesias ortodoxas están polarizadas entre Moscú y Constantinopla por la autocefalia concedida por este patriarcado a un sector de la Iglesia ortodoxa ucraniana. Hoy, en Ucrania, el mundo ortodoxo se divide en una Iglesia fiel a Moscú y otra autocéfala. Junto a estas dos iglesias, está la Iglesia greco-católica, unida a Roma: ambas celebran la misma liturgia. Una vez finalizado el siglo XX, la paz ya no se sostiene por la unidad de los cristianos. Muchas veces ocurre lo contrario: el nacionalismo religioso apoya el conflicto. ¿Qué han hecho las iglesias para promover la paz desde que en 2014 empezara el conflicto ucraniano?

Recuerdo las sentidas palabras del papa Francisco en 2015, cuando estalló la guerra en Donbass: «¡Esta es una guerra entre cristianos! ¡Todos ustedes tienen el mismo bautismo! Están luchando entre cristianos. Piensen en este escándalo. Y oremos todos porque la oración es nuestra protesta ante Dios en tiempos de guerra». El Papa aludía al hecho de que el cristianismo de Ucrania y Rusia nacieron juntos en el bautismo de Rus a orillas del Dniéper. A pesar de las divisiones, el cristianismo en aquellas tierras tiene una única cepa y una historia de más de mil años. El Papa concluyó: «Cuando escucho las palabras "victoria" y "derrota", siento un gran dolor... No son palabras correctas: la única palabra correcta es "paz"». Tiene razón, y de hecho, el pasado 26 de enero pidió a todos que rezaran por la paz. Las amenazas de guerra plantean nuevamente el problema de la unidad entre los cristianos. Decía el patriarca de Constantinopla: «Iglesias hermanas, pueblos hermanos». ¿No deberían volver a proponerse la unidad y la paz a un mundo cristiano que parece no querer soñar a lo grande?

[Texto original en Famiglia Cristiana]

[Traducción de la redacción]


[ Andrea Riccardi ]