La guerra de Ucrania sume a África en el hambre

La guerra de Ucrania sume a África en el hambre

Ha sorprendido a países que ya sufrían problemas endémicos como sistemas sanitarios y educativos precarios

Léelo en La Nuova Sardegna

¿Y África? En estos días, en los que, como no puede ser de otro modo, se habla casi exclusivamente de Ucrania, nos preguntamos poco sobre las consecuencias que la guerra ya está teniendo en aquel continente. Tierras que están lejos de Kiev y de Moscú, pero solo geográficamente, porque los efectos del conflicto ya han empezado a sentirse de manera notable desde El Cairo hasta Ciudad del Cabo. Se trata de tener en cuenta el punto de partida: una cosa es Europa o América del Norte, donde las economías ya sufren y sufrirán duros golpes, pero que disponen de rentas per cápita elevadas.
Pero otra cosa bien distinta es África, que en su conjunto ya antes de la invasión rusa a Ucrania carecía de seguridad, desarrollo, riqueza y –en muchos casos– libertad y democracia.
Dicho de otro modo, la guerra ha sorprendido a países que ya sufrían problemas endémicos como sistemas sanitarios y educativos precarios, índices de desempleo de dos cifras, desigualdades económicas y sociales, sin contar los daños provocados por el cambio climático y, sobre todo, por conflictos de los que se habla muy poco pero que en algunos casos llevan años abiertos.
Es evidente, pues, que no puede haber dos varas de medir entre el norte y el sur del mundo. Sobre todo, también, cuando estalla una guerra que por sus repercusiones es a la fuerza "mundial" desde el punto de vista de sus repercusiones económicas y sociales. En los dos últimos años de pandemia África ya ha sufrido efectos negativos en su sistema económico. En muchos países las medidas de prevención –adoptadas con estrategias muy distintas– han puesto en crisis a una parte importante de la población, que en un 80% vive gracias a la economía informal. El confinamiento y las posteriores limitaciones han obligado a cerrar muchos de los pequeños mercados que surgen espontáneamente por todas partes y, en particular, los mercados ambulantes que venden alimentos por las calles de las grandes ciudades.
Pero desde que empezó la guerra en Europa se ha sumado el aumento del coste de la vida, que en algunos casos ha llegado a doblarse. El motivo se dice rápido: se trata de países que importan trigo y maíz, dos productos estrella de Rusia y Ucrania que están entre los principales socios comerciales de muchos países del continente. No hay más que pensar que en 2021 una tonelada de trigo costaba 180 euros y una tonelada de maíz, 175, mientras que hoy cuestan, respectivamente, 440 y 314 euros. Es un crecimiento exponencial que ha llevado a la ONU a situar en situación de peligro a más de 40 estados africanos, grandes clientes de estos alimentos que producen las tierras hoy en conflicto, tanto para la población como para la cría de animales y para la agricultura. Otro gran producto de importación cuyo precio se está disparando es el aceite de semillas. Y en los últimos días, como se puede imaginar, también el precio de la gasolina y del petróleo.
Grandes países africanos –incluso en parte productores de gas y petróleo– como Sudán, Nigeria, Tanzania, Argelia, Kenia y Sudáfrica son los más perjudicados por las repercusiones de la guerra. A todo ello cabe añadir la crisis climática que sigue provocando, en muchas zonas de la franja subsahariana, graves problemas asociados a la progresiva desertificación y al desequilibrio de zonas que hasta hace unos años daban trabajo y garantizaban la supervivencia de sus poblaciones. Son ecosistemas que, al entrar en crisis, desencadenan también conflictos sociales y provocan el desplazamiento de poblaciones enteras, al igual que las pequeñas y grandes guerras que todavía afectan a algunos países, junto a los ataques yihadistas que tienen rehén a una parte cada vez más grande de la zona del Sahel que va desde Mali hasta Nigeria.
Ante este escenario, que muestra cada vez más problemas socioeconómicos, es lógico preguntarse cómo aguantará la sociedad civil en los países más expuestos al peligro en un marco que, bajo muchos aspectos, es más difícil y precario después de la pandemia. Por eso la comunidad internacional no debería olvidar a África, víctima colateral pero no por ello menos importante de la guerra actual. Una guerra que, una vez más y como toda guerra, demuestra que es un gran mal.

[Traducción de la redacción]
 


[ Marco Impagliazzo ]