ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Esp?ritu del Se?or est? sobre ti,
el que nacer? de ti ser? santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Apocalipsis 9,13-21

Toc? el sexto ?ngel... Entonces o? una voz que sal?a de los cuatro cuernos del altar de oro que est? delante de Dios; y dec?a al sexto ?ngel que ten?a la trompeta: ?Suelta a los cuatro ?ngeles atados junto al gran r?o Eufrates.? Y fueron soltados los cuatro ?ngeles que estaban preparados para la hora, el d?a, el mes y el a?o, para matar a la tercera parte de los hombres. El n?mero de su tropa de caballer?a era de 200.000.000; pude o?r su n?mero. As? vi en la visi?n los caballos y a los que los montaban: ten?an corazas de color de fuego, de jacinto y de azufre; las cabezas de los caballos como cabezas de le?n y de sus bocas sal?a fuego y humo y azufre. Y fue exterminada la tercera parte de los hombres por estas tres plagas: por el fuego, el humo y el azufre que sal?an de sus bocas. Porque el poder de los caballos est? en su boca y en sus colas; pues sus colas, semejantes a serpientes, tienen cabezas y con ellas causan da?o. Pero los dem?s hombres, los no exterminados por estas plagas, no se convirtieron de las obras de sus manos; no dejaron de adorar a los demonios y a los ?dolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que no pueden ver ni o?r ni caminar. No se convirtieron de sus asesinatos ni de sus hechicer?as ni de sus fornicaciones ni de sus rapi?as.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aqu? Se?or, a tus siervos:
h?gase en nosotros seg?n tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La sexta trompeta muestra el crecimiento del castigo que se cierne sobre la tierra. Hab?an llegado otros flagelos que se hab?an abatido sobre la tierra, pero los hombres no hab?an dejado de dar culto a los ?dolos, y hab?an continuado llevando a cabo acciones malvadas. El sexto ?ngel suelta a un ej?rcito exterminador que ataca con dureza. Los cuatro ?ngeles atados en el ?ufrates son la expresi?n del peligro que siempre le llegaba a Israel de aquel r?o: de all? part?an los ej?rcitos invasores. Se trataba de un lugar precursor de ruina (en la tradici?n posterior se convirti? tambi?n en patria del Anticristo). En la ?poca en la que se escribi? el Apocalipsis, el ?ufrates marcaba la frontera del Imperio de Roma con los partos: lugar de terror y de tensi?n. En el libro ap?crifo de Henoc, leemos: "Aquel d?a los ?ngeles volver?n y se precipitar?n hacia Oriente sobre los partos y sobre los medos? Excitar?n al rey y un esp?ritu de inquietud se apoderar? de ellos. Y subir?n y pisar?n con sus pies la tierra de los elegidos". El ej?rcito exterminador que sale del ?ufrates parece simbolizar a los innumerables ej?rcitos (los ej?rcitos organizados y eficientes del mundo rico, o los m?s precarios del mundo pobre) que en muchas partes de la tierra todav?a hoy contin?an provocando violencia y derramando sangre inocente. ?Cu?ntos conflictos est?n activos todav?a en el planeta! Y es destacable que el ap?stol, cada vez que quiere personalizar el castigo de origen demon?aco, lo presenta como un ej?rcito en guerra. La guerra no comporta ning?n beneficio para ning?n pueblo. Con ella, todos pierden, incluso los que creen haber ganado. En realidad, contin?an sembrando odio y venganza. A pesar de los desastres que han provocado las guerras, los hombres contin?an dobleg?ndose a la l?gica del mal: es la persistencia de la idolatr?a, del homicidio, de la magia, de la prostituci?n, de los robos (vv. 20-21). La afirmaci?n del propio "yo", en todos los campos, alimenta un clima favorable a la guerra. Pueblos, grupos y naciones, preocupados por defenderse s?lo a s? mismos y sus intereses, se decantan una vez m?s por el conflicto y olvidan los desastres que toda guerra lleva consigo. A los creyentes, hoy m?s que en el pasado, les corresponde la importante tarea de hacer crecer el amor por la paz y de cortar de ra?z el odio que crece en el coraz?n de los hombres.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.