ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jes?s crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jes?s crucificado


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 10,1-12

Y levant?ndose de all? va a la regi?n de Judea, y al otro lado del Jord?n, y de nuevo vino la gente donde ?l y, como acostumbraba, les ense?aba. Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: ??Puede el marido repudiar a la mujer?? El les respondi?: ?Qu? os prescribi? Mois?s?? Ellos le dijeron: ?Mois?s permiti? escribir el acta de divorcio y repudiarla.? Jes?s les dijo: ?Teniendo en cuenta la dureza de vuestro coraz?n escribi? para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creaci?n, El los hizo var?n y hembra. Por eso dejar? el hombre a su padre y a su madre, y los dos se har?n una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios uni?, no lo separe el hombre.? Y ya en casa, los disc?pulos le volv?an a preguntar sobre esto. El les dijo: ?Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aqu?lla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Comienza una nueva secci?n del Evangelio de Marcos. El viaje a Jerusal?n prosigue, y el evangelista hace llegar al grupo a la regi?n de Judea, al territorio a oriente del Jord?n. Jes?s, siempre circundado por una gran multitud, trata algunas cuestiones importantes para la vida de la comunidad cristiana. La primera tiene que ver con el matrimonio y la obligaci?n de los c?nyuges a mantenerse fieles toda la vida. Jes?s afirma la indisolubilidad original del matrimonio haciendo referencia al designio inicial de Dios. La ley de Mois?s permit?a al hombre el acta de repudio, aunque solo si el hombre "encontraba en ella algo que le desagradaba". Seg?n Jes?s esta norma es solo una concesi?n a la insensibilidad del hombre; la intenci?n original del Se?or es un amor fiel para siempre. Por ello en el rito cristiano del matrimonio se repiten las palabras que Jes?s pronuncia en el Evangelio: "Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre". En realidad la promesa de fidelidad y el deseo de una uni?n estable capaz de durar "todos los d?as de mi vida" -como proclaman los esposos el d?a de la boda- son sentimientos presentes en el coraz?n de todo hombre y de toda mujer que emprenden el camino de la construcci?n de una familia. Jes?s hace aflorar y pone en valor el deseo de cada uno de nosotros de aprender a ser fiel y de no permanecer nunca solo, "en las alegr?as y en las penas". No se trata simplemente de hacer hincapi? en un principio abstracto sino de hacer comprender la urgencia del amor, de la fidelidad, de la comprensi?n rec?proca, y tambi?n del perd?n y de la capacidad de saberse acompa?ar en la vida matrimonial. Estas palabras, m?s all? de la casu?stica, a la vez que subrayan el v?nculo matrimonial como v?nculo para toda la vida, sugieren adem?s la vocaci?n original a la comuni?n que el Se?or ha inscrito en el coraz?n de cada uno. Se escucha con frecuencia que un matrimonio y una familia estables ya no se adaptan a los tiempos que vivimos. A los m?s j?venes les parece especialmente dif?cil imaginar un amor definitivo y exclusivo para toda la vida. Jes?s en el Evangelio, a la vez que recuerda que la fidelidad es el deseo profundo que Dios ha grabado en cada coraz?n, nos llama tambi?n a aprender a amar y a esforzarnos para que la uni?n de una familia sea estable y fuerte, a imagen del amor del Se?or por toda la humanidad y por la Iglesia.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.