ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Se?or
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Se?or


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Esp?ritu del Se?or est? sobre ti,
el que nacer? de ti ser? santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 10,22-30

Se celebr? por entonces en Jerusal?n la fiesta de la Dedicaci?n. Era invierno. Jes?s se paseaba por el Templo, en el p?rtico de Salom?n. Le rodearon los jud?os, y le dec?an: ??Hasta cu?ndo vas tenernos en vilo? Si t? eres el Cristo, d?noslo abiertamente.? Jes?s les respondi?: ?Ya os lo he dicho, pero no me cre?is.
Las obras que hago en nombre de mi Padre
son las que dan testimonio de m?; pero vosotros no cre?is
porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz;
yo las conozco y ellas mi siguen. Yo les doy vida eterna
y no perecer?n jam?s,
y nadie las arrebatar? de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es m?s grande que todos,
y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aqu? Se?or, a tus siervos:
h?gase en nosotros seg?n tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La fiesta de la Dedicaci?n del templo se celebraba cada a?o y ca?a en invierno. Jes?s -nos dice el evangelista Juan- se encuentra este d?a de fiesta en el p?rtico de Salom?n, uno de los p?rticos que rodean por el interior la plaza del templo. Ser? el lugar donde la primera comunidad cristiana, tras la resurrecci?n, se congregar? para realizar sus encuentros, como si quisiera continuar lo que hac?a Jes?s (Hch 5, 12). Muchos escuchan a Jes?s y le piden que diga claramente si es el Mes?as o no. No quieren continuar en la incertidumbre y en la duda. Su pregunta parece leg?tima: "?Hasta cu?ndo vas a tenernos en vilo? Si t? eres el Cristo, d?noslo abiertamente". En realidad, m?s que buscar a Jes?s, m?s que comprender su coraz?n y sus pensamientos y, por tanto, participar en su misi?n, aquellos jud?os buscan su seguridad, su tranquilidad. Su b?squeda est? muy lejos de la b?squeda del Bautista que dej? sus certezas y su avara tranquilidad para buscar a Dios. Era un deseo tan profundo que ni siquiera la c?rcel pudo sofocar. Nuestra actitud es bien distinta: m?s que buscar la verdad y el bien, queremos tener la conciencia tranquila, no pasar angustia alguna. Pero buscar a Dios requiere abandonar las certezas que se tienen, las costumbres de uno para aceptar una palabra que viene de fuera y que nos ayuda. Jes?s responde a las preguntas que le hacen diciendo que las obras que hab?a hecho daban testimonio de ?l: "las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de m?". En realidad, los ojos de quienes le escuchaban estaban cegados por el ego?smo y la soledad. Por eso Jes?s les dice: pero vosotros no cre?is porque no sois de mis ovejas". La cuesti?n es que sin la familiaridad con el Evangelio no nos acercamos al misterio de Dios. Aquel que se pone con disponibilidad de coraz?n a escuchar el Evangelio sentir? la grandeza del amor de Jes?s y entender? que nadie se lo podr? arrebatar de la mano, pues el Se?or es m?s fuerte que el mal y que la muerte.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.