ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 20 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberaci?n de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Proverbios 23,1-14

Si te sientas a comer con poderoso,
mira bien al que est? frente a ti; pon un cuchillo a tu garganta
si eres hombre de apetito; no desees sus manjares,
porque es alimento enga?oso. No te fatigues por enriquecerte,
deja de pensar en ello. Pones tus ojos en ello y no hay nada.
Porque se hace alas como ?guila,
y se vuela hasta el cielo. No comas pan con hombre de malas intenciones,
ni desees sus manjares. Porque, seg?n lo que calcula en su interior,
te dice: "?Come y bebe!",
pero su coraz?n no est? contigo. Nada m?s comer lo vomitar?as
y tus palabras amables ser?an tu ruina. A o?dos de necio no hables,
porque se burlar? de la prudencia de tus dichos. No desplaces el lindero antiguo,
no entres en el campo de los hu?rfanos, porque su vengador es poderoso,
y defender?a su pleito contra ti. Aplica tu coraz?n a la instrucci?n,
y tus o?dos a las palabras de la ciencia. No ahorres correcci?n al ni?o,
que no se va a morir porque le castigues con la vara. Con la vara le castigar?s
y librar?s su alma del seol.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Nos encontramos ante una serie de proverbios que invitan a la moderaci?n y a la pr?ctica de la justicia. El autor tiene delante una sociedad rica que atrae. En efecto, ?qui?n no desea vivir en la abundancia y en el bienestar? Tambi?n en nuestra sociedad materialista se ha afirmado una cultura del dinero y de la riqueza por la que se est? dispuesto a todo. Sobre todo no hay l?mite a la posesi?n, lo que justifica incluso la transgresi?n de las reglas y de los principios de una justicia que salvaguarde a quien vive en la necesidad y en la pobreza. Vivimos una verdadera dictadura del materialismo. Las glotoner?as del rico son un alimento falaz, advierte el texto. La felicidad no viene de llenarse con ellas, tambi?n porque la riqueza llega y desaparece en un momento, sin que te des cuenta: "Apartas tu mirada y no queda nada, pues echa alas como ?guila y vuela hasta el cielo". Si el rico avaro te invita, presta atenci?n porque s?lo piensa en s? mismo. Con el vers?culo 9 se pasa a una advertencia referente al necio, despu?s a dos situaciones sobre las que el libro vuelve con frecuencia: la defensa del hu?rfano y la correcci?n de los ni?os. El texto parte de una situaci?n concreta que se refiere a la posesi?n de tierras. Nos encontramos en una sociedad agr?cola en la que la posesi?n de un pedazo de tierra permite la supervivencia y la autosuficiencia. Por esto se invita a no desplazar las fronteras de los campos (cf. 22,28) de los hu?rfanos, porque de esto depende su subsistencia. Aqu? aparece la intervenci?n de Dios, defensor de los hu?rfanos y de las viudas, el que hace justicia a los pobres (cf. Sal 146). Es significativo que el texto haga que a la invitaci?n a no dejarse enga?ar por la riqueza le siga la de no apropiarse de las propiedades de los hu?rfanos, cometiendo un grave acto de injusticia. La codicia crea injusticia, porque el ?nico fin del avaro es incrementar su patrimonio ya que es uno que piensa s?lo en s? mismo. Al final, la menci?n de la correcci?n del ni?o retoma una constante preocupaci?n del libro: la correcci?n hace posible el crecimiento de los peque?os. Necesitamos padres en una sociedad de hu?rfanos, donde cada uno se sigue a s? mismo y no tiene a nadie a quien escuchar y seguir, donde ya incluso se renuncia a educar por una falsa idea de libertad y de autodeterminaci?n. Aceptemos la correcci?n para poder crecer en fe, sabidur?a y humanidad. El disc?pulo de Jes?s encontrar? siempre en la madre Iglesia a alguien dispuesto a ayudarle y a corregirle.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.