ORACIÓN CADA DÍA

Oraci?n de la Pascua
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oraci?n de la Pascua
Martes 10 de abril


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere m?s!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

Segunda Timoteo 1,6-18

Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que est? en ti por la imposici?n de mis manos. Porque no nos dio el Se?or a nosotros un esp?ritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza. No te averg?ences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Se?or, ni de m?, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios, que nos ha salvado y nos ha llamado con una vocaci?n santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinaci?n y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jes?s, y que se ha manifestado ahora con la Manifestaci?n de nuestro Salvador Cristo Jes?s, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio para cuyo servicio he sido yo constituido heraldo, ap?stol y maestro. Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me averg?enzo, porque yo s? bien en qui?n tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi dep?sito hasta aquel D?a. Ten por norma las palabras sanas que o?ste de m? en la fe y en la caridad de Cristo Jes?s. Conserva el buen dep?sito mediante el Esp?ritu Santo que habita en nosotros. Ya sabes t? que todos los de Asia me han abandonado, y entre ellos Figelo y Herm?genes. Que el Se?or conceda misericordia a la familia de Ones?foro, pues me alivi? muchas veces y no se avergonz? de mis cadenas, sino que, en cuanto lleg? a Roma, me busc? sol?citamente y me encontr?. Conc?dale el Se?or encontrar misericordia ante el Se?or aquel D?a. Adem?s, cu?ntos buenos servicios me prest? en ?feso, t? lo sabes mejor.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere m?s!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

El ministerio pastoral de Timoteo no es f?cil, en parte por su juventud. Sin embargo Pablo le recuerda "el carisma de Dios" que le ha sido otorgado a trav?s de la imposici?n de las manos (cf. 1 Tm 4, 14), y le pide que lo reavive con la oraci?n, la fidelidad y la dedicaci?n pastoral, de modo que se ilumine con una luz cada vez m?s clara y se convierta en una fuente cada vez mayor de fuerza para su ministerio. Pablo compara el don recibido con un fuego, una imagen que ya hab?a usado en la primera carta a los Tesalonicenses, comparando el fuego del Esp?ritu de Dios con sus dones (1 Ts 5, 19). Dios -escribe el ap?stol- le ha concedido un esp?ritu de fortaleza, de caridad y de templanza para poder ser un pastor sabio y fuerte. Alimentado por la fuerza del Se?or encontrar? el valor para no avergonzarse del testimonio del Se?or, es decir, de predicar el Evangelio de Jes?s. Y si no se averg?enza del Se?or, no lo har? tampoco del ap?stol -ahora "su prisionero"-, que ha hecho de la predicaci?n la raz?n de su vida. As? debe ser para todo disc?pulo, como Jes?s mismo dijo: "Por todo aquel que se declare por m? ante los hombres, yo tambi?n me declarar? por ?l ante mi Padre que est? en los cielos" (Mt 10, 32). Sin embargo, el testimonio del Evangelio lleva siempre consigo el sufrimiento: el ap?stol le advierte que debe sufrir con ?l por el Evangelio, con la fuerza de Dios, y sabe que su sangre est? "a punto de ser derramada en libaci?n y el momento de su partida es inminente" (4, 6). Esta misma dedicaci?n total al Se?or en servicio del Evangelio la exige Pablo de Timoteo. Con pocas frases esboza la obra de salvaci?n de la que ha sido constituido "heraldo, ap?stol y maestro" (cf. 1 Tm 2, 7). La prisi?n limita el desarrollo de esta tarea, pero no la anula porque "la palabra de Dios no est? encadenada" (2, 9). ?l se encuentra en la c?rcel como un malhechor, pero "no se averg?enza" de sus cadenas; al contrario, las lleva con orgullo. Su seguridad y su paz est?n en Dios, en el cual ha puesto su fe, y por ello no quedar? defraudado. Aunque se encuentra ya al final de sus d?as, y su vida puede quedar truncada de un momento a otro, Pablo tiene la certeza y la firme convicci?n de que el dep?sito que se le ha confiado (cf. 1, 14; 1 Tm 6, 20) est? bien custodiado en las manos omnipotentes de Dios "hasta aquel D?a", es decir, hasta el final del tiempo presente y el retorno del Se?or (1, 18; 2 Ts 1, 10). El Evangelio que Timoteo ha escuchado de Pablo debe ser "norma" de la sana doctrina. El ap?stol llama "sanas palabras" a la predicaci?n cristiana, ya que ?sta es expresi?n plena de la vida espiritual, inmune a todo germen de error, y genera una vida ?ntegra y sana. De este modo, Timoteo y todo creyente conservar?n "el buen dep?sito", es decir, el Evangelio de Jesucristo.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.