ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Vigilia del domingo

Recuerdo del beato Óscar Arnulfo Romero, mártir, asesinado en 1980 sobre el altar durante la celebración de la Eucaristía. Recuerdo de la masacre de las Fosas Ardeatinas, que tuvo lugar en 1944 en Roma, donde los nazis asesinaron a 335 personas. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 24 de marzo

Recuerdo del beato Óscar Arnulfo Romero, mártir, asesinado en 1980 sobre el altar durante la celebración de la Eucaristía. Recuerdo de la masacre de las Fosas Ardeatinas, que tuvo lugar en 1944 en Roma, donde los nazis asesinaron a 335 personas.


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Juan 11,45-56

Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él. Pero algunos de ellos fueron donde los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación.» Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación.» Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación - y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. Desde este día, decidieron darle muerte. Por eso Jesús no andaba ya en público entre los judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí residía con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua de los judíos, y muchos del país habían subido a Jerusalén, antes de la Pascua para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros estando en el Templo: «¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?»

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Este pasaje evangélico que sigue inmediatamente a la resurrección de Lázaro quiere prepararnos para la celebración de la santa semana de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Los sumos sacerdotes han comprendido que el milagro de la resurrección de Lázaro era un acontecimiento tan extraordinario que podía hacer crecer de manera imparable un movimiento de adhesión a Jesús. Y entonces sería fácil que el poder que tenían sobre la gente se hiciera pedazos. Se repetía de forma análoga lo que sucedió ya en el momento del nacimiento de Jesús, cuando Herodes trató de matar al Niño temiendo que pudiera disputarle el trono. Y también esta vez se decide matar a Jesús. Caifás, en plena asamblea, toma la palabra y dice con solemnidad: "Conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación". Él no sabía que estaba interpretando el significado más profundo y verdadero de Jesús, único salvador del mundo. En efecto, la muerte de Jesús habría abatido los muros que dividían a los pueblos, y la historia habría tomado un nuevo rumbo, el de la unidad entre las naciones. En aquella asamblea se tomó por tanto la decisión solemne de matar al joven profeta. Jesús, una vez más, se retira y va a Efraín con sus discípulos. Es el tiempo de la oración y de la reflexión. Era necesario crecer en la comunión, reforzar los vínculos de amistad y fraternidad, y para los discípulos, crecer en la fe hacia aquel Maestro. Jesús sabía bien en qué medida era necesario, sobre todo en aquel momento, recoger y reforzar su fe. Yo pienso que gastó no pocas energías en adiestrarles y exhortarles para que permanecieran firmes en el camino del amor, venciendo temores, cerrazón y miedos. Jesús trataba de esconderse para evitar que la multitud, que había aprendido a reconocerlo, se reuniese. Pero el deseo que tantos tenían de verlo, de hablar con él, de tocarlo, era tan grande que muchos de los peregrinos llegados a Jerusalén para la Pascua se acercaban al templo para verle. Este deseo de las multitudes de ver a Jesús es una invitación también para nosotros en estos días, para que no nos separemos de este maestro que "todo lo ha hecho bien".

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.