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Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias

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Recuerdo de Nuestra Señora de Sheshan, santuario en los alrededores de Shanghái. Oración por los cristianos chinos. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 24 de mayo

Recuerdo de Nuestra Señora de Sheshan, santuario en los alrededores de Shanghái. Oración por los cristianos chinos.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 9,41-50

«Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.» «Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga; pues todos han de ser salados con fuego. Buena es la sal; mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros y tened paz unos con otros.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Esta página del Evangelio de Marcos debe leerse en el contexto de las condiciones puestas por Jesús para entrar y permanecer en la comunidad de los hijos del Reino de Dios. Cierto que son palabras exigentes, pero es así porque el Señor ha venido a instaurar una vida nueva y firme que requiere una radicalidad cuando se escoge. Por esto, el Evangelio es severo con quien tienta o pone en peligro la fe de los pequeños, con quien escandaliza a los débiles y a los pobres de la comunidad. "Escandalizar" significa "hacer tropezar", hacer caer. En las Escrituras, con el término "escándalo" se hace referencia a todo lo que es un obstáculo para los demás en el camino del bien. Por tanto, impedir a los demás conocer el bien significa cerrar la puerta al conocimiento del Señor, fuente del bien y del amor. Por esto el "escándalo" es grave. Quien obstaculiza la fe y quien niega la ayuda a quien tiene necesidad de ella es severamente condenado por el Evangelio. Jesús llega a decir que para ellos sería mejor que se pusieran al cuello una piedra de molino de las que mueven los asnos y que se echaran al mar. El lenguaje de Jesús es severo: obviamente no se trata de tomar al pie de la letra estas indicaciones sino de comprender que hay una prioridad que no podemos dejar de cumplir. Jamás debemos ser un obstáculo para nadie en el camino del amor. La misma severidad pide el Evangelio hacia uno mismo: "Y si tu mano (el pie y el ojo) te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna". Por desgracia, es fácil ser indulgentes con nosotros mismos y, como consecuencia, ser severos con los demás. Estamos preparados para acusar a los demás y somos más que solícitos para excusar nuestros errores; o, como se dice en otra página del Evangelio, estamos preparados para ver la paja en el ojo ajeno y no reconocer la viga que hay en el nuestro. El Evangelio siempre conlleva la renuncia del mal, la maldad y el egoísmo. Solo así se conserva el sabor del Evangelio. Jesús dice: "Tened sal en vosotros", es decir, "tened en vosotros el amor", y del amor viene la paz.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.