ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 4 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Proverbios 14,1-19

La Sabiduría edifica su casa;
le Necedad con sus manos la destruye. Quien anda en rectitud, teme a Yahveh;
el de torcido camino le desprecia. En la boca del necio hay una raíz de orgullo,
pero los labios de los sabios los protegen. Donde no hay bueyes, pesebre vacío;
cosecha abundante con la fuerza del toro. Testigo veraz no miente,
testigo falso respira mentiras. Busca el arrogante la sabiduría pero en vano,
al inteligente la ciencia le es fácil. Apártate del hombre necio,
pues no conocerías labios doctos. Sabiduría del cauto es atender a su conducta,
la necedad de los tontos es engaño. De los necios se aparta el sacrificio expiatorio,
pero entre los rectos se encuentra el favor de Dios. El corazón conoce su propia amargura,
y con ningún extraño comparte su alegría. La casa de los malos será destruida,
la tienda de los rectos florecerá. Hay caminos que parecen rectos,
pero, al cabo, son caminos de muerte. También en el reír padece el corazón,
y al cabo la alegría es dolor. El perverso de corazón está satisfecho de su conducta,
y el hombre de bien, de sus obras. El simple cree cuanto se dice,
el cauto medita sus propios pasos. El sabio teme el mal y de él se aparta,
el necio es presuntuoso y confiado. El de genio pronto, hace necedades,
el hombre artero es odiado. La herencia de los simples es la necedad,
los cautos son coronados de ciencia. Los malos se postran ante los buenos,
los malvados a la puerta de los justos.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Como se puede constatar fácilmente, los Proverbios se emparejan en cada versículo, en donde la primera parte generalmente se opone a la segunda. El contraste más común es entre el sabio y el necio, como por ejemplo en los versículos 1 y 3: "La sabiduría de la mujer edifica su casa, la necedad la destruye con sus manos...De la boca del necio brota el orgullo, a los sabios los protegen sus labios". Otras veces la segunda parte del versículo completa la primera, como en el versículo 7: "Aléjate del hombre necio, no obtendrás saber de sus labios". El contraste entre necio y sabio indica que no hay caminos intermedios entre ambos. Quien no adquiere la sabiduría escuchando como un hijo las enseñanzas de Dios permanece necio. Para ser sabios basta con empezar a escuchar con fidelidad la Palabra de Dios y todo puede cambiar en la vida de un hombre y de una mujer. En efecto, el camino de la sabiduría es posible para todos, pero más fácil e instintivo es el de la necedad. Por esto muchas veces nos encontramos con una exhortación a evitar el trato con los necios: "Aléjate del hombre necio, no obtendrás saber de sus labios". Soberbia y orgullo impiden la búsqueda de la sabiduría: "El arrogante busca sabiduría sin éxito, para el inteligente el saber es fácil". El necio que se siente seguro no tiene por qué tener éxito: "El sabio teme el mal y de él se aparta, el necio es arrogante y se confía". El temor es una actitud sabia en un mundo donde se tienen muchos miedos pero poco temor de Dios. La humildad es el camino para adquirir la sabiduría. Otro aspecto que a menudo es tomado en consideración por el libro es el aparente éxito de los necios, que sin embargo fracasan. Lo hemos visto en el primer versículo, donde la mujer necia se presenta como la que destruye su casa con sus propias manos. También el versículo 11: "La casa del malvado se arruinará, la tienda del honrado prosperará". Al final también los que realizan el mal reconocen la victoria de los sabios: "Los malos se inclinan ante los buenos, y los malvados, a la puerta de los justos". No hay que resignarse al mal y pensar que no vale la pena luchar por el bien, como si fuese una batalla perdida. El Señor nos dice que la victoria es sólo del bien y que hasta los malvados deberán reconocerla. La bondad, como quizá nosotros mismos hemos constatado, conquista incluso a los enemigos para la causa del bien.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.