ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los pobres

Recuerdo de la conversión de Pablo en el camino de Damasco. Recuerdo también de Ananías, que bautizó a Pablo, predicó el Evangelio y murió mártir. Recuerdo de Juan XXIII, que anuncia la decisión de celebrar el Concilio ecuménico Vaticano II. Hoy concluye la semana de oración por la unidad de los cristianos. Oración por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las comunidades cristianas en Asia y Oceanía.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres

Recuerdo de la conversión de Pablo en el camino de Damasco. Recuerdo también de Ananías, que bautizó a Pablo, predicó el Evangelio y murió mártir. Recuerdo de Juan XXIII, que anuncia la decisión de celebrar el Concilio ecuménico Vaticano II. Hoy concluye la semana de oración por la unidad de los cristianos. Oración por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las comunidades cristianas en Asia y Oceanía.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Tobías 3,1-6

Anegada entonces mi alma de tristeza, suspirando y llorando, comenzé a orar con gemidos: Tú eres justo, Señor,
y justas son todas tus obras.
Misericordia y verdad
son todos tus caminos.
Tú eres el Juez del Universo. Y ahora, Señor,
acuérdate de mí y mírame.
No me condenes por mis pecados,
mis inadvertencias y las de mis padres.
Hemos pecado en tu presencia, no hemos escuchado tus mandatos
y nos has entregado al saqueo,
a la burla, al comentario
y al oprobio de todas las gentes
entre las que nos has dispersado. Pero cierto es, Señor, que todas tus sentencias
a la verdad responden
cuando me tratas según mis pecados
y los de mis padres;
porque no hemos cumplido tus mandatos,
y no hemos caminado en la verdad
delante de ti. Haz conmigo ahora según lo que te plazca
y ordena que reciban mi vida
para que yo me disuelva sobre la faz de la tierra,
porque más me vale morir que vivir.
Tengo que aguantar injustos reproches
y me anega la tristeza.
Manda, Señor, que sea liberado
de esta aflicción
y déjame partir al lugar eterno,
y no apartes, Señor, tu rostro de mí,
pues prefiero morir
a pasar tanta aflicción durante la vida
y tener que seguir oyendo injurias.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Abatido por el dolor, Tobit no se repliega sobre sí mismo sino que eleva su voz hacia Dios en una afligida oración. Es la primera de las cinco oraciones presentes en el libro de Tobías. Las palabras de Tobit son sobre todo una alabanza al Señor, a su justicia y a su misericordia. Tobit no sólo no pone en duda la justicia de Dios, sino que la exalta. Por tanto, pide a Dios que dirija sobre él su mirada y que tenga piedad por sus pecados y por los de sus padres que han sido la causa de tantas tragedias y de tanto dolor. En las severas palabras de Tobit se reconoce el eco de muchas páginas de la Escritura. Es un ejemplo de cuánto son de ayuda las palabras de la Escritura para dirigir nuestra oración al Señor. Y es también significativo que Tobit pase, en el curso de la oración, de la primera persona en singular a la primera persona en plural, identificándose con la suerte de todo su pueblo. Es un horizonte que debería estar siempre presente en la oración del creyente. En efecto, él nunca está solo ante Dios, sino que siempre está unido a un pueblo, a una comunidad de la que forma parte y para la que siempre debe invocar la ayuda y la protección del Señor. Y la mirada de la fe le hace imputar a la lejanía de Dios y de sus leyes la triste situación en la que se encuentra él y el mismo pueblo de Dios. Dominado por la desesperación, Tobit pide a Dios, como lo hicieron antes que él Moisés (Nm 11,15), Elías (1 Re 19, 41) y Jonás (Jon 4, 3.8), la muerte antes que permanecer en la situación en la que ha caído: "me anega la tristeza" (v. 6). Por el contrario, en Getsemaní, Jesús pedirá al Padre que aleje de él el cáliz amargo de la muerte, pero se confía en todo a Su voluntad. La petición de Tobit de partir para el "lugar eterno" significa simplemente ir a la tumba, donde permanecería para siempre. Sin embargo, Tobit pide al Señor: "no apartes, Señor, tu rostro de mí". Es una petición que encontrará plena respuesta en la revelación de la resurrección que Jesús anunció primero con las palabras y después con el acontecimiento de la Pascua.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.