ORACIÓN CADA DÍA

Oración por la unidad de las Iglesias. Recuerdo especial de las antiguas Iglesias de Oriente (siro-ortodoxa, copta, armenia y asiria)

Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

1Samuel 17,32-33.37.40-51

Dijo David a Saúl: "Que nadie se acobarde por ése. Tu siervo irá a combatir con ese filisteo." Dijo Saúl a David: "No puedes ir contra ese filisteo para luchar con él, porque tú eres un niño y él es hombre de guerra desde su juventud." Añadió David: "Yahveh que me ha librado de las garras del león y del oso, me librará de la mano de ese filisteo." Dijo Saúl a David: "Vete, y que Yahveh sea contigo." Tomó su cayado en la mano, escogió en el torrente cinco cantos lisos y los puso en su zurrón de pastor, en su morral , y con su honda en la mano se acercó al filisteo. El filisteo fue avanzando y acercándose a David, precedido de su escudero. Volvió los ojos el filisteo, y viendo a David, lo despreció, porque era un muchacho rubio y apuesto. Dijo el filisteo a David: "¿Acaso soy un perro, pues vienes contra mí con palos?" Y maldijo a David el filisteo por sus dioses, y dijo el filisteo a David: "Ven hacia mí y daré tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo." Dijo David al filisteo: "Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti en nombre de Yahveh Sebaot, Dios de los ejércitos de Israel, a los que has desafiado. Hoy mismo te entrega Yahveh en mis manos, te mataré y te cortaré la cabeza y entragaré hoy mismo tu cadáver y los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra, y sabrá toda la tierra que hay Dios para Israel. Y toda esta asamblea sabrá que no por la espada ni por la lanza salva Yahveh, porque de Yahveh es el combate y os entrega en nuestras manos." Se levantó el filisteo y fue acercándose al encuentro de David; se apresuró David, salió de las filas y corrió al encuentro del filisteo. Metió su mano David en su zurrón, sacó de él una piedra, la lanzó con la honda e hirió al filisteo en la frente; la piedra se clavó en su frente y cayó de bruces en tierra. Y venció David al filisteo con la honda y la piedra; hirió al filisteo y le mató sin tener espada en su mano. Corrió David, se detuvo sobre el filisteos y tomando la espada de éste de sacó de su vaina, le mató y le cortó la cabeza. Viendo los filisteos que había muerto su campeón, huyeron.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Saúl no consigue defender a Israel de los filisteos. Su amenaza se encarna en la persona de Goliat. No se define como un gigante sólo metafóricamente; es verdaderamente un hombre imponente cuyo aspecto físico provoca oleadas de miedo en todo Israel. Además, la armadura es completa: el yelmo, la coraza de escamas, las grebas, la jabalina y la lanza. Es el arquetipo del guerrero, el más completo que se pueda imaginar. A la estatura de Goliat y su terrible armadura le acompañan palabras altisonantes: está seguro de sí. No hay duda: su fuerza no tiene igual. E Israel está atemorizado. Pero he aquí que David, el octavo hijo de una familia lejana, va hacia delante sin llamar la atención. La familia de Jesé ha dado ya tres hijos al servicio del ejército de Saúl (v. 13). David, todavía demasiado joven, cuidaba las ovejas. Si viene del campo es para llevarles de comer. En verdad, David está impaciente por ver la batalla. Los demás están asustados y no consiguen ni pensar ni hablar; sin embargo, David interroga con actitud segura: ¿por qué el Filisteo se atreve a desafiar las huestes del Dios vivo? (v. 26). David sabe que el Señor custodia Israel. Para él es impensable valorar una batalla prescindiendo de Dios. Él es verdaderamente un hombre "según el corazón de Dios" (13,14). La pregunta, que parece ingenua, es sin embargo un claro reproche a los hermanos y al final al mismo Saúl. David sabe que el Señor está con su pueblo, pero Israel no acoge lo que David dice y ofrece, es más, Eliab le regaña (vv. 28-30) y todos le ignoran. Por tanto, acude al rey. David habla con audacia a Saúl de su experiencia y de sus cualidades (cfr.16,18); dice cómo ha protegido a su rebaño "de un león o un oso", y ha sido capaz de salvar a las ovejas de los animales que las habían asaltado (v. 35). Trataría al filisteo como a una de aquellas fieras a las que había aniquilado sin miedo. La motivación más fuerte de la valentía David es que el Filisteo ha desafiado al "Dios vivo", al Dios de Israel que no debe ser desafiado (v. 36). David da a entender que es Dios quien le ha librado del león y del oso. Y por tanto será Dios quien lo libre del Filisteo. En el texto ningún otro pronuncia el nombre de Dios salvo David. No duda de la ayuda de Dios. Saúl se convence, responde a David y también él tiene la valentía de pronunciar el nombre de Dios. Es como si David hubiera dado a Saúl la valentía y la fe para hablar de nuevo del Señor. Saúl no ha comprendido todavía la radicalidad de la fe de David y trata de sugerir a David las reglas de la guerra (vv. 38-39a) y de vestirle con el equipamiento militar tradicional. Israel ha anhelado tener un rey para ser "como las naciones" (8,5.20) y en respuesta a su petición ha recibido a Saúl. Y desde luego Saúl se preparaba para la batalla precisamente "como las naciones", como el enemigo, como el Filisteo. Saúl quiere que David imite su conducta. David rechaza ser como Saúl, como las naciones, o como el Filisteo (v. 39b), y propone una alternativa radical: sólo cinco piedras lisas (v. 40). Y he aquí uno frente al otro: por una parte la fuerza militar y por otra la debilidad, el gigante y el muchacho, el que confía en sí mismo y el que confía en Dios. David da testimonio de la fuerza de Dios y, dirigiéndose al gigante, dice con seguridad: "Hoy mismo te entrega el Señor en mis manos" (v. 46). Y derrota al gigante con una sola piedra: lo abate y le corta la cabeza.