La elección de los fuertes se llama paz. Artículo de Andrea Riccardi

La paz no es un sueño para los débiles e ingenuos. La paz es la elección de los fuertes. Ésta fue la convicción expresada en Roma por los participantes en el encuentro interreligioso de oración por la paz, promovido por la Comunidad de Sant'Egidio

La paz no es un sueño para los débiles e ingenuos. La paz es la elección de los fuertes. Ésta fue la convicción expresada en Roma por los participantes en el encuentro interreligioso de oración por la paz, promovido por la Comunidad de Sant'Egidio. Al comienzo, el presidente Sergio Mattarella expresó acertadamente su preocupación por la situación internacional: «El desorden produce desorden. Las guerras tienen un "efecto dominó, multiplicador. Las guerras son contagiosas”. Esta realidad fue evidente en las múltiples intervenciones del encuentro. Nuestra paz, ya tan frágil, está en riesgo más de lo que creemos.
En el panel dedicado a la crisis cubana de 1962, se destacó con preocupación la amenaza nuclear que se avecina. Hay, ante nosotros, un enorme espacio de incertidumbre y azar. ¿Qué sucederá? Una joven ucraniana, al escuchar estos discursos, se echó a llorar: "¡Entonces Ucrania será la primera en ser golpeada!" De hecho, cuando hablamos de paz, Ucrania es la primera gran preocupación. Paz no es una palabra que pertenece a los golpeados o agredidos. Pedimos paz para Ucrania. Pero también para Siria, donde vemos como se eternizan las guerras de nuestro tiempo global. Y para Yemen, el norte de Mozambique, el Sahel y otras regiones. En el mundo global, las guerras se comunican y arrastran al mundo no sólo a la vorágine de la violencia, sino también al de la pobreza.
Un grito compartido por muchos humanistas laicos. En la apertura, el presidente Macron reiteró la solidaridad activa de Francia con Ucrania después de la agresión rusa. Hablaba como hombre de Estado occidental pero, al mismo tiempo, revelaba un alma inquieta en busca de paz. Dijo: "La paz es profundamente impura, ontológicamente, porque acepta una serie de inestabilidades, de inconvenientes, que, sin embargo, hacen posible esta coexistencia entre el otro y yo". ¿No deberíamos recorrer aún más los caminos de la paz, con diplomacia y diálogo? Por supuesto. Justo ahora, que corremos el riesgo de caer en el abismo de la colisión atómica. Justo ahora, que Ucrania ve una quinta parte de sus habitantes refugiados en Europa.

El llamamiento final, firmado por el Papa Francisco y otros líderes religiosos, dice así: "Con firme convicción decimos: ¡Basta ya de guerra! Detengamos todos los conflictos. La guerra es una aventura sin retorno. ¡Desactivemos la amenaza nuclear o, al final, todos perderemos!" Es una advertencia a los responsables políticos: “Liberemos al mundo de la pesadilla nuclear. Reanudemos inmediatamente el diálogo sobre la no proliferación nuclear y el desmantelamiento de las armas atómicas". El llamamiento fue pronunciado, ante el Papa, por Edith Bruck, judía húngara y escritora italiana, sobreviviente del Holocausto, y entregado a un grupo de jóvenes, como testigos del "grito de la paz". Los jóvenes estuvieron muy presentes en el encuentro de Roma, negando la imagen de una generación desinteresada y al margen de las grandes cuestiones: se preguntan qué será de este mundo y de su futuro.
Marco Impagliazzo, hablando frente al Coliseo, retomó las voces de los grandes hombres de paz del siglo XX, en nuestro siglo XXI, un poco aventurero y ajeno a las lecciones de las guerras. Durante la crisis de Cuba, el Papa Juan imploró a los gobernantes: "Escuchen el grito angustioso que, desde todas las partes de la tierra, desde los niños inocentes hasta los ancianos, desde las personas, hasta las comunidades, sube al cielo: ¡Paz! ¡Paz!". Son palabras de una actualidad impresionante. No se puede permanecer sordo al grito "angustiado" de millones de inocentes. La voz de estos humildes se hace eco de la Palabra del Señor. Es la profecía de la paz. Para nosotros, los creyentes, es la voluntad de Dios.
El Papa Francisco dijo: "La invocación por la paz no se puede reprimir: surge del corazón de las madres, está escrita en los rostros de los refugiados, en las familias que huyen, en los heridos o los moribundos. Y este grito silencioso sube al Cielo. No conoce fórmulas mágicas para salir de los conflictos, pero tiene el sacrosanto derecho de pedir la paz en nombre de los sufrimientos sufridos, y merece ser escuchado. Merece que todos, comenzando por los gobernantes, se agachen a escuchar con seriedad y respeto. El grito de la paz expresa el dolor y el horror de la guerra, madre de todas las pobrezas”.
El encuentro de Roma mostró una fuerte esperanza, hecha de confianza en la ayuda de Dios, de espera de los líderes políticos, de confianza en la voluntad de paz de los pueblos. Los judíos rezaron bajo el arco de Tito, que conserva la imagen del saqueo del templo y la destrucción de Jerusalén. Los cristianos en el anfiteatro del Coliseo, lugar de violencia y martirio. El mal no puede vencer. El presidente de Sant'Egidio hizo suyas las palabras de Martin Luther King: "Sigo creyendo que un día la humanidad se inclinará ante los altares de Dios y triunfará sobre la guerra y el derramamiento de sangre".

 

Texto de Andrea Riccardi en Avvenire

[Traducción de la redacción]