El largo camino hacia la paz

Artículo de Marco Impagliazzo en Avvenire
 

Construir sobre la tregua

 
La tregua de una semana entre Israel y Hamás, la liberación de 110 rehenes a cambio de prisioneros palestinos y el inicio de la ayuda a la población de Gaza han sido una primera luz en medio de las tinieblas que desde el 7 de octubre cubren aquella región de Oriente Medio, una región que lleva más de 75 años sin paz. Aun sabiendo que no iba a ser el fin de la guerra, como prometió el gobierno israelí desde que sufrió el ataque más feroz contra la población civil de su territorio, todos aquellos a quienes les preocupa el destino del mundo se aferraron a una esperanza (¿acaso una utopía?), la de que el alto el fuego y el trabajo diplomático y humanitario continuaran con éxito.
No hay señales positiva para el presente, en vista de la determinación de seguir erradicando de Gaza la amenaza de Hamás, de las graves consecuencias en el plano humanitario para la población civil y del temor de una nueva oleada de desplazados. Por otra parte, todavía hay 137 rehenes en manos de Hamás, 20 de los cuales son mujeres y 117 hombres, muchos de ellos militares. Ello complica aún más el intercambio de prisioneros palestinos, que hasta el momento se ha llevado a cabo en una proporción de tres presos palestinos por cada israelí liberado.
Se podría decir además que no  ha habido buenas noticias si miramos al pasado: todos los intentos de acuerdos de paz han fracasado uno tras otro, desde Oslo hasta Camp David y la hoja de ruta hacia la paz. Es fácil caer presa de un funesto pesimismo ante posibles soluciones del sempiterno conflicto entre Israel y Palestina. Pero en realidad es inteligente creer que la paz siempre es posible y que, en cualquier caso, es la solución más humana y es un deber.
Hay muchos factores que hacen que este conflicto sea distinto de los demás. Tanto es así, que ha puesto en movimiento fuerzas opuestas ―cuando no incluso enemigas― a un acuerdo, algo que, por más arduo que sea, debe lograrse. Dicho de otro modo, frente a la guerra entre Israel y Hamás se vio rápidamente una movilización de la comunidad internacional desconocida en otros conflictos que hay en el mundo. Es un indicio, al menos a aquel enfoque multilateral ante las grandes cuestiones que afectan a la humanidad que evocó ayer el papa Francisco en su intervención ante la COP 28 de Dubái.
No hay más que pensar en el papel que están jugando los Estados Unidos, Egipto y los países del golfo, cada vez más conscientes de su peso internacional mayor que en el pasado, para frenar el enfrentamiento actual y para liberar a los rehenes. Además, ningún país del área de Oriente Medio parece querer echar gasolina al fuego, incluido Irán. La consigna, que ya se ha difundido transversalmente, es paradójicamente unánime: no extender el conflicto, impedir que se convierta en un conflicto regional, porque eso llevaría casi inevitablemente a un conflicto global. Ello denota una actitud de la comunidad internacional distinta respecto de la que tiene ante la guerra en curso entre Rusia y Ucrania que, injustamente, ha quedado en un segundo plano.
Por eso la tregua, aunque breve, de estos días ―de la que se ha beneficiado sobre todo la población civil de Gaza y las familias israelíes que han visto el feliz y emocionante retorno a casa de decenas de rehenes― no es a ojos de muchos estados un simple intervalo en medio de la guerra, sino la base ―aunque hasta el momento, en la práctica no es más que un resquicio― para reabrir la única verdadera contienda  que puede llevar a la paz, a saber, el enfrentamiento político. «Tenemos la firme determinación ―declaró el secretario de Estado norteamericano Blinken desde la COP 28 de Dubái― a hacer todos los esfuerzos posibles para devolver a todos los rehenes a sus familias». Pero al mismo tiempo, «a seguir el proceso que se abrió hace una semana». Es decir, la tregua.  Además, Estados Unidos ha pedido a Israel que implemente urgentemente una «clara protección» de los civiles en Gaza.
Mucho dependerá de los equilibrios políticos futuros en Israel y de que se cree un sujeto político creíble unitario entre los palestinos, pero lo que se ve claro en estas horas oscuras, desde el pequeño resquicio de la breve tregua, es que hay un interés convergente de muchas partes hacia una solución que abra el camino a una paz estable, duradera y segura. Es un proceso que deberá ir, una vez más, en la dirección de “dos pueblos, dos estados”. Ese objetivo, que hace muchos años estaba más cerca, hoy queda más lejos, pero parece el mañana más realista y deseable que se puede imaginar. 
 
[Marco Impagliazzo]
 
[Traducción de la redacción]