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Memoria de Jesús crucificado
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Memoria de Jesús crucificado

Recuerdo de Shabbaz Bhatti, Ministro para las Minorías en Pakistán, cristiano, asesinado por los terroristas por su compromiso en la búsqueda de la paz y del diálogo. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 2 de marzo

Recuerdo de Shabbaz Bhatti, Ministro para las Minorías en Pakistán, cristiano, asesinado por los terroristas por su compromiso en la búsqueda de la paz y del diálogo.


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Proverbios 30,15-33

La sanguijuela tiene dos hijas: "¡Daca, daca!"
Hay tres cosas insaciables
y cuatro que no dicen: "¡Basta!" El seol, el seno estéril,
la tierra que no se sacia de agua,
y el fuego que no dice: "¡Basta!" Al ojo que se ríe del padre
y desprecia la obediencia de una madre,
lo picotearán los cuervos del torrente,
los aguiluchos lo devorarán. Tres cosas hay que me desbordan
y cuatro que no conozco: el camino del águila en el cielo,
el camino de la serpiente por la roca,
el camino del navío en alta mar,
el camino del hombre en la doncella. Este es el camino de la mujer adúltera:
come, se limpia la boca y dice:
"¡No he hecho nada de malo ¡" Por tres cosas tiembla la tierra
y cuatro no puede soportar: Por esclavo que llega a rey,
por idiota que se ahíta de comer, por mujer odiada que se casa,
por esclava que hereda a su señora. Hay cuatro seres los más pequeños de la tierra,
pero que son más sabios que los sabios: las hormigas - multitud sin fuerza -
que preparan en verano su alimento; los damanes - multitud sin poder -,
que ponen sus casas en la roca; las langostas, que sin tener rey,
salen todas en orden; el lagarto, al que se agarra con la mano
y está en los palacios de los reyes. Hay tres cosas de paso gallardo
y cuatro de elegante marcha: el león - fuerte entre los animales -,
que ante nada retrocede, el esbelto gallo o el macho cabrío,
y el rey que arenga a su pueblo. Si hiciste el necio, envalentonándote,
y has reflexionado, pon mano en boca, pues apretando la leche se saca mantequilla
apretando la nariz se saca sangre
y apretando la ira, se saca querella.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Esta segunda parte del capítulo se desarrolla a partir de un recurso literario que ya hemos encontrado antes (cf. 6,16-19), la serie numérica. Este lenguaje servía probablemente para la memorización, pero también para indicar algo que alcanza su culminación. El autor de estos proverbios examina algunas situaciones de la vida de las cuales extrae algunas enseñanzas. Son cinco los ámbitos a los que se refiere. El primero (vv. 15-16) se refiere a la insaciabilidad: existe una forma de vida en la que nunca se está satisfecho con lo que se tiene, se quiere siempre más, como la sanguijuela, que repite "Dame, dame". Es la regla de nuestra sociedad materialista, en la que poseer se convierte en una obsesión y una verdadera dictadura. El segundo (vv. 18-20) subraya que en la vida existen también cosas difíciles de entender. No todo está al alcance de nuestra comprensión, se necesita humildad al mirar la realidad, sin pretender conocerlo ya todo. De hecho hay situaciones -es ya el tercer ámbito de la reflexión, vv. 21-23- que además hacen temblar la tierra, cosas difíciles de comprender y probablemente paradójicas para la sociedad de aquella época. No todo es comprensible; se necesita la sabiduría que viene de Dios. El cuarto ámbito se refiere a las cosas pequeñas: "Hay cuatro seres pequeños en la tierra, que son más sabios que los sabios". Son las hormigas, los damanes, las langostas y las lagartijas. No todo lo que es pequeño carece de valor. Es más, la Palabra de Dios nos muestra que en lo pequeño se pueden esconder muchas virtudes que no están en lo grande. De hecho en la Biblia el pequeño recibe la mirada de favor del Señor, a menudo es incluso privilegiado, como Jacob, José, David. Recordemos el dicho de Jesús: "Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos". En definitiva, el texto nos habla de un comportamiento majestuoso que se impone por sí mismo sobre los demás: el del león, el gallo, el macho cabrío y el rey. Ante estos comportamientos naturales, es necesario guardarse bien del presumir "tontamente". Si te has dado cuenta de esto, no seas inflexible ni des rienda suelta a la ira, porque ello no conduce más que a la pelea. Es mejor reflexionar y guardar silencio: "Si hiciste el tonto presumiendo y has reflexionado, cierra la boca". Cuánta sabiduría en esta invitación al silencio, que aplaca el instinto de dar rienda suelta a la reivindicación y la ira, que termina arruinando la relación con los demás.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.