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Oración por los pobres
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Oración por los pobres

Oración por la unidad de los cristianos. Recuerdo especial de las comunidades cristianas en Europa y en las Américas. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por los pobres
Lunes 24 de enero

Oración por la unidad de los cristianos. Recuerdo especial de las comunidades cristianas en Europa y en las Américas.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

2Samuel 5,1-7.10

Vinieron todas las tribus de Israel donde David a Hebrón y le dijeron: "Mira: hueso tuyo y carne tuya somos nosotros. Ya de antes, cuando Saúl era nuestro rey, eras tú el que dirigías las entradas y salidas de Israel. Yahveh te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel, tú serás el caudillo de Israel." Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel donde el rey, a Hebrón. El rey David hizo un pacto con ellos en Hebrón, en presencia de Yahveh, y ungieron a David como rey de Israel. Treinta años tenía cuando comenzó a reinar y reinó cuarenta años. Reinó en Hebrón sobre Judá siete años y seis meses. Reinó en Jerusalén sobre todo Israel y sobre Judá 33 años. Marchó el rey con sus hombres sobre Jerusalén contra los jebuseos que habitaban aquella tierra. Dijeron éstos a David: "No entrarás aquí; porque hasta los ciegos y cojos bastan para rechazarte." (Querían decir: no entrará David aquí.) Pero David conquistó la fortaleza de Sión que es la Ciudad de David. David iba medrando y Yahveh el Dios Sebaot estaba con él.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este pasaje narra el momento de la investidura de David como rey de todo Israel. Las tribus del norte deciden aliarse con David y le proponen reinar también sobre Israel. David no se había alegrado por el luto abatido sobre la casa de Saúl, aunque aquello allana el camino a la reunificación nacional. No quiere construir su reino sobre la sangre. David acepta la decisión de las diferentes tribus de reunirse alrededor de él como único rey porque la considera querida por Dios. Sabe bien que no es por sus méritos que se convierte en rey, sino más bien por la obra misma de Dios que lo había elegido en lugar de Saúl, cuando este se volvió indigno del don de la realeza. Dos acontecimientos sellan el asentamiento del reino de David: la toma de la roca de Sion, que se convertirá en capital del Reino unido, y la victoria contra los filisteos (5,17-25). David comprendió la importancia de la conquista: aquella roca podía ser el lugar donde los dos reinos podían reunirse. Así aseguraría la única capital, en el centro del país, a mitad de camino entre Judá e Israel. David la conquista. Y fue coronado rey del único pueblo unido. Tenía treinta años. Y Sion será llamada la "Ciudad de David". David reunió lo que antes estaba dividido. Se cumplía así la promesa hecha por Dios: "Tú apacentarás a mi pueblo Israel, tú serás el caudillo de Israel". Verdaderamente el Señor "estaba con él".

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.