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Oración por los pobres
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Oración por los pobres

Fiesta de Santa Catalina de Siena (+ 1380); trabajó por la paz, por la unidad de los cristianos y por los pobres. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por los pobres
Lunes 29 de abril

Fiesta de Santa Catalina de Siena (+ 1380); trabajó por la paz, por la unidad de los cristianos y por los pobres.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 14,21-26

El que tiene mis mandamientos y los guarda,
ése es el que me ama;
y el que me ame, será amado de mi Padre;
y yo le amaré y me manifestaré a él.» Le dice Judas - no el Iscariote -: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?» Jesús le respondió: «Si alguno me ama,
guardará mi Palabra,
y mi Padre le amará,
y vendremos a él,
y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras.
Y la palabra que escucháis no es mía,
sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas
estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo,
que el Padre enviará en mi nombre,
os lo enseñará todo
y os recordará todo lo que yo os he dicho.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Evangelio contiene el amor mismo de Jesús. En efecto, este amor no es solo el motivo para cumplir los mandamientos, sino la sustancia misma de los mandamientos. Jesús afirma que el amor atrae también el corazón del Padre que está en los cielos y él mismo se manifestará a quien le ama. Esta es la experiencia espiritual que todo creyente está llamado a vivir. Uno de los doce, Judas Tadeo, le pide que se manifieste, y Jesús no responde directamente a su pregunta, sino que aprovecha la ocasión para aclarar lo que significa verle después de la resurrección. El amor impulsa a poner en práctica el Evangelio, y el discípulo se convierte en la morada de Jesús y del Padre: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él". Si falta el amor, el Evangelio será una palabra muda y los hombres se encontrarán solos consigo mismos, lejos de Dios. Jesús advierte a los discípulos de este peligro y les promete el Paráclito. Será el Padre mismo quien lo derrame en sus corazones. El Espíritu les acompañará a lo largo de la historia, enseñándoles todo y recordándoles las palabras de Jesús, que son la preciosa herencia que debe transmitirse de generación en generación. A través de la acción del Espíritu que nos ayuda a comprender el Evangelio cada vez más profundamente, el Señor sigue estando presente en nuestras vidas.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.