La muerte de la piedad. El asesinato del vendedor ambulante nigeriano es una barbarie, debemos detener la violencia y también la indiferencia que le prepara el camino

No se trata de distinguir entre italianos e inmigrantes, originarios del norte o del sur de Italia, sino de preservar la humanidad. Hay que abstenerse de usar lenguaje violento

La Comunidad de Sant'Egidio expresa su pesar a la esposa y a toda la familia de Alika, brutalmente asesinado mientras realizaba su trabajo como vendedor ambulante. Las circunstancias de este asesinato son de escalofrío. La víctima, discapacitada desde que fue víctima de un accidente de tráfico en febrero de 2021, murió por los golpes de la muleta que utilizaba. Un episodio que ocurrió a las 14.30 en una calle normalmente abarrotada de gente, en el corazón de Civitanova Marche. Algunos grabaron lo que ocurría, alguien gritó al atacante, nadie intervino. Así terminó la vida de un nigeriano con permiso de residencia, casado, con un hijo de 8 años que va al colegio, que recorría 50 kilómetros todos los días para ir a la ciudad donde podía recibir algo a cambio de la pobre mercancía que vendía.

Hay quienes señalaron que el agresor, detenido, aunque reside en la región de Las Marcas, es originario del sur de Italia, un dato que no debe malinterpretarse: aquí no se trata de culpar a los orígenes de quien sea, se trata de condenar con la mayor firmeza un acto eso es un indicio de falta de humanidad. Invitamos, de manera más general, al mundo de la información y a quienes intervienen en las redes sociales, a promover un lenguaje que sea siempre respetuoso y nunca ofensivo para nadie y que nunca incite a la violencia. 

Pero lo que ocurrió en Civitanova Marche es también una advertencia para todo nuestro país: la piedad hacia los más débiles, sobre la cual –junto con otros valores positivos– se construyó nuestra sociedad italiana y se estructuró nuestra cultura, junto con la de toda Europa, no puede ni debe morir.