ORACIÓN CADA DÍA

Pascua de resurrección
Palabra de dios todos los dias

Pascua de resurrección

Pascua de Resurrección
Recuerdo de María de Cleofás, que estaba a los pies de la cruz del Señor con las demás mujeres. Oración por todas las mujeres que, en todo el mundo, con valentía y en medio de dificultades, siguen al Señor. Recuerdo de Dietrich Bonhoeffer, asesinado en 1945 por los nazis en el campo de concentración de Flossenbürg.
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Libretto DEL GIORNO
Pascua de resurrección
Domingo 9 de abril

Pascua de Resurrección
Recuerdo de María de Cleofás, que estaba a los pies de la cruz del Señor con las demás mujeres. Oración por todas las mujeres que, en todo el mundo, con valentía y en medio de dificultades, siguen al Señor. Recuerdo de Dietrich Bonhoeffer, asesinado en 1945 por los nazis en el campo de concentración de Flossenbürg.


Primera Lectura

Hechos de los Apóstoles 10,34.37-43

Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: «Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él; y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándole de un madero; a éste, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos. Y nos mandó que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos. De éste todos los profetas dan testimonio de que todo el que cree en él alcanza, por su nombre, el perdón de los pecados.»

Salmo responsorial

Salmo 117 (118)

¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno,
porque es eterno su amor!

¡Diga la casa de Israel:
que es eterno su amor!

¡Diga la casa de Aarón:
que es eterno su amor!

¡Digan los que temen a Yahveh:
que es eterno su amor!

En mi angustia hacia Yahveh grité,
él me respondió y me dio respiro;

Yahveh está por mí, no tengo miedo,
¿qué puede hacerme el hombre?

Yahveh está por mí, entre los que me ayudan,
y yo desafío a los que me odian.

Mejor es refugiarse en Yahveh
que confiar en hombre;

mejor es refugiarse en Yahveh
que confiar en magnates.

Me rodeaban todos los gentiles:
en el nombre de Yahveh los cercené;

me rodeaban, me asediaban:
en el nombre de Yahveh los cercené.

Me rodeaban como avispas,
llameaban como fuego de zarzas:
en el nombre de Yahveh los cercené.

Se me empujó, se me empujó para abatirme,
pero Yahveh vino en mi ayuda;

mi fuerza y mi cántico es Yahveh,
él ha sido para mí la salvación.

"Clamor de júbilo y salvación,
en las tiendas de los justos:
""¡La diestra de Yahveh hace proezas, "

"excelsa la diestra de Yahveh,
la diestra de Yahveh hace proezas!"""

No, no he de morir, que viviré,
y contaré las obras de Yahveh;

me castigó, me castigó Yahveh,
pero a la muerte no me entregó.

¡Abridme las puertas de justicia,
entraré por ellas, daré gracias a Yahveh!

Aquí está la puerta de Yahveh,
por ella entran los justos.

Gracias te doy, porque me has respondido,
y has sido para mí la salvación.

La piedra que los constructores desecharon
en piedra angular se ha convertido;

esta ha sido la obra de Yahveh,
una maravilla a nuestros ojos.

¡Este es el día que Yahveh ha hecho,
exultemos y gocémonos en él!

¡Ah, Yahveh, da la salvación!
¡Ah, Yahveh, da el éxito!

¡Bendito el que viene en el nombre de Yahveh!
Desde la Casa de Yahveh os bendecimos.

Yahveh es Dios, él nos ilumina.
¡Cerrad la procesión, ramos en mano,
hasta los cuernos del altar!

Tú eres mi Dios, yo te doy gracias,
Dios mío, yo te exalto.

¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno,
porque es eterno su amor!

Segunda Lectura

Colosenses 3,1-4

Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él.

Lectura del Evangelio

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere más!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 20,1-9

El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.» Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Cristo ha resucitado de entre los muertos y no muere más!
El nos espera en Galilea!

Aleluya, aleluya, aleluya.

Homilía

El Evangelio de Pascua comienza con una mujer, María Magdalena, que va al sepulcro de madrugada, cuando "todavía estaba oscuro". Estaba oscuro fuera, pero sobre todo dentro del corazón de aquella mujer. María va al sepulcro con el corazón triste.
Nada más llegar al sepulcro ve que la piedra colocada en la entrada, una losa pesada como cada muerte y cada separación, ha sido apartada. No entra. Corre enseguida hasta Pedro y Juan: "Se han llevado del sepulcro al Señor"; y añade con tristeza: "No sabemos dónde le han puesto". Hoy María Magdalena es un gran ejemplo para todos los creyentes. Solo con sus sentimientos en el corazón es posible encontrar al Señor resucitado.
Ella y su desesperación mueven a Pedro y al otro discípulo a quien Jesús amaba. Ellos "corren" inmediatamente hacia el sepulcro vacío; trn 18,15-16)as haber comenzado juntos a seguir al Señor en la pasión, aunque de lejos (Jn 18,15-16), ahora "corren los dos juntos", para no estar lejos de él. Es una carrera que expresa bien el deseo de cada discípulo, de cada comunidad, que busca al Señor. Quizá nosotros también debemos volver a correr. La Pascua es también prisa. Llega primero el discípulo del amor: el amor hace que corramos más rápido; pero también el paso más lento de Pedro le llevó al umbral de la tumba, y los dos entran. Pedro en primer lugar, y un observa un orden perfecto: las vendas están en su lugar como vaciadas del cuerpo de Jesús y el sudario "plegado en un lugar aparte". No ha habido manumisión ni robo del cuerpo. Es como si Jesús se hubiera liberado solo. También el otro discípulo entra y "ve" la misma escena: "Vio y creyó", recalca el Evangelio. Se habían encontrado ante los signos de la resurrección y dejaron que les tocara el corazón.
De hecho, hasta entonces, continúa el evangelista, "no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos". Sin entender la Pascua, uno se resigna ante el mal. La Pascua ha llegado, la piedra pesada ha sido retirada y el sepulcro se ha abierto. El Señor ha vencido a la muerte y vive para siempre. Jesús resucitado deposita en los corazones el poder del Espíritu que renueva. El apóstol escribe: "Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios" (Col 3,3). Nuestra vida está unida en Jesús resucitado y por tanto participa de la victoria sobre la muerte y el mal. Junto al Resucitado entra en nuestros corazones el mundo entero con sus esperanzas y sus dolores, como él manifiesta a los discípulos las heridas presentes aún en su cuerpo, para que podamos cooperar con él en el nacimiento de un cielo nuevo y de una tierra nueva, donde no hay ni luto ni lágrima, ni muerte ni tristeza porque Dios será todo en todos.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.