Cuando se es de fuera, lo primero es comunicarse. En las clases gratuitas de idioma de Migra Studium, centro promovido por la Compañía de Jesús en Catalunya, los alumnos escuchan con la atención de quien le va mucho en comprender de qué se habla. Esta es de catalán inicial, y la maestra, Lali Panyella, pone cuidado en vocalizar con calculado énfasis el tema de hoy: mobiliario y electrodomésticos. "Catifa, gerro, televisió, llit", se recita.
La veintena de alumnos procede de países tan dispares como India, Pakistán, Bangladesh, Senegal, Marruecos, Ghana, China, Liberia o Nigeria. Casi todos llevan al menos tres años aquí. Baljinder, de 33 años, que en su India natal era granjero y entrenador deportivo, vive en Vic, y va a Barcelona dos veces por semana al curso, que es de 45 horas. "En Vic hablo a veces en catalán con alguna persona", dice Baljinder, aún con dificultades.
Migra Studium tiene entre sus programas este de acogida sociolingüística y formación laboral, en el que se dan clases gratuitas a personas inmigradas de castellano, catalán, informática, entorno cultural y asesoría jurídica; y cursillos -cada vez más demandados, consecuencia de la crisis- de electricidad, fontanería, cocina y pinche, cuidador a domicilio, e instrumentos para la búsqueda de trabajo. En el 2012 se inscribieron en estas clases unas 700 personas, la mayoría en clases de castellano.
"Nos viene gente con pocos recursos, que incluso duermen en albergues o en la calle, muchos sin papeles, en situación de precariedad", cuenta el jesuita y psicólogo Santi Torres, director adjunto de Migra Studium. Llegan a este edificio vetusto por el boca en boca, o derivados por otras entidades como Càritas o Cruz Roja, o por el Servei d'Atenció a Immigrants, Estrangers i Refugiats (Saier) del Ayuntamiento de Barcelona. La mayoría ni sabe que está siendo atendido por una entidad católica.
Eneida Alaiz, responsable del programa sociolingüístico y de formación laboral, recalca "la importancia de los voluntarios, que son 58, profesionales de todas esas áreas, gente muy comprometida socialmente". Todas las clases son impartidas por voluntarios, excepto las de catalán, cuyos maestros son enviados por el Consorci per a la Normalització Lingüística del Ayuntamiento de Barcelona. "Llevo siete años en Barcelona, trabajo en un restaurante con mi hermano, necesito poder comunicarme", explica la marroquí Fátima, que en su país era jefa de laboratorio en un taller de tintura de telas.
"La Iglesia católica ha ido adaptando su labor social a las necesidades de su entorno más cercano, no sólo las parroquias sino las entidades católicas en general", señala la socióloga de la religión Gloria García-Romeral.
Así, un estudio de 2008 de las sociólogas Clara Fons y Blanca Luque, de la Universitat Autònoma de Barcelona, analizó la labor social de los 172 institutos de vida religiosa activos en ese momento en Catalunya. El estudio pone de relieve cómo estas órdenes religiosas realizaron ese año 776 servicios de atención social, y el mayor número de esos servicios (el 14,4% del total) iba dirigido a población inmigrante, frente otros ámbitos como la sensibilización ciudadana, la inserción económica o la beneficencia.
También la Comunitat de Sant Egidi, movimiento de seglares católicos fundado en Italia en los años sesenta, da clases de lengua y entorno cultural a inmigrantes de toda la archidiócesis en dependencias de la ermita de Sant Llàtzer, en el Raval. Este año tienen 190 inscritos para el curso anual, y hay lista de espera; la mayoría son marroquíes y filipinos. "Damos clases de castellano, catalán y alfabetización, y para algunos es muy importante también como comprobante para tramitar el arraigo", explica Xavi Vidal, responsable de esta escuela de Sant Egidi, comunidad que tiene otra escuela similar en Manresa, con 80 alumnos. Vidal y otros tres maestros dan clases como voluntarios los jueves y sábados por la tarde. Para el inmigrante, es básico entender la sociedad en que vive, y eso se logra también hablando.
MARÍA-PAZ LÓPEZ
|