ORACIÓN CADA DÍA

Oración con María, madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Oración con María, madre del Señor

Recuerdo de María de Cleofás que estaba junto a la cruz del Señor con las otras mujeres. Oración por todas las mujeres que siguen al Señor en cualquier parte del mundo, con valor y en las dificultades. Recuerdo de Dietrich Bonhoeffer, asesinado en 1945 por los nazis en el campo de exterminio de Flossenbürg. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración con María, madre del Señor
Martes 9 de abril

Recuerdo de María de Cleofás que estaba junto a la cruz del Señor con las otras mujeres. Oración por todas las mujeres que siguen al Señor en cualquier parte del mundo, con valor y en las dificultades. Recuerdo de Dietrich Bonhoeffer, asesinado en 1945 por los nazis en el campo de exterminio de Flossenbürg.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 3,7-15

No te asombres de que te haya dicho:
Tenéis que nacer de lo alto. El viento sopla donde quiere,
y oyes su voz,
pero no sabes de dónde viene ni a dónde va.
Así es todo el que nace del Espíritu.» Respondió Nicodemo: «¿Cómo puede ser eso?» Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas? «En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos
y damos testimonio de lo que hemos visto,
pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si al deciros cosas de la tierra,
no creéis,
¿cómo vais a creer
si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo
sino el que bajó del cielo,
el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto,
así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea
tenga por él vida eterna.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

En el corazón del Evangelio según san Juan está la misteriosa acción del Espíritu que lleva a creer en Jesús y, por tanto, a la salvación. Es el reto para todos de convertirse en hombres y mujeres "espirituales". El anciano Nicodemo está atento a las palabras del joven maestro. Asombrado, le presenta todo su escepticismo, más incluso, su incredulidad y Jesús, al principio, responde con ironía: "Tú eres maestro en Israel y ¿no sabes estas cosas?". También nosotros, maestros de nosotros mismos y de nuestras experiencias, corremos el peligro de caer a menudo en la resignación. No logramos creer en el Evangelio que nos pide mirar más allá de nuestros horizontes habituales, que consideramos inmutables. Para Jesús, no es así. Por eso debemos frecuentar las páginas del Evangelio: nos abrirá los ojos a nosotros mismos, a los demás y al mundo, con una mirada espiritual. Jesús dice a Nicodemo: "Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre". Le revela así quién es el que está ante él y por qué le habla así: es el único que ha visto al Padre. El renacimiento en el Espíritu tiene lugar a través de la cruz. Y dice a Nicodemo: "así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga en él la vida eterna". La cruz, con su carga de amor vivido con una tenacidad más fuerte que la muerte, es el fundamento concreto sobre el que Jesús nos propone renacer.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.