CAMPOS VIVIBLES, INCLUSIÓN ESCOLAR PARA TODOS LOS MENORES GITANOS E ITINERARIOS DE INSERCIÓN LABORAL
La muerte del pequeño Mario a los tres años de edad, quemado en Roma en una cálida noche de verano porque utilizaba velas para mantener alejadas a las ratas durante la noche, es una tragedia inaceptable. No se puede morir a los tres años. No se debe morir así. Es una señal de alarma para una sociedad que hace décadas que a duras penas crea soluciones reales para una cuestión siempre urgente pero que en realidad es de dimensiones limitadas, en absoluto imposible de afrontar.
En Italia los gitanos son unas 150 mil personas, de los que casi la mitad son italianos, la otra mitad son rumanos y la parte restante, ex yugoslavos. Este último es un problema que ya se podría solucionar. Están en Italia desde hace tres generaciones, no pueden ser expulsados, pero no tienen documentos para permanecer en el país, porque su país se ha desintegrado y sus documentos ya no existen o ya no son válidos. Los que han nacido en Italia no pueden ni siquiera tener un documento. Un permiso de residencia humanitario, de largo plazo, permitiría que miles de personas entraran en un circuito de legalidad.
Pero sobre todo, siempre, los gitanos en Europa y en Italia, sea cual sea su nacionalidad, son un pueblo la mitad del cual son niños y adolescentes. Personas que tienen una esperanza de vida 30 años inferior que el resto de la población italiana: ese dato es revelador del hecho que –sean buenos o malos, pobres que se esfuerzan por vivir en la legalidad o que se espabilan para vivir– los gitanos en Italia viven por debajo de las condiciones mínimas de humanidad. Ratas y vertidos por compañeros, asistencia escolar a menudo interrumpida y dificultada por órdenes de desmantelamiento de campos, condiciones higiénicas "no de primer mundo", zonas degradadas y abandonadas a su suerte y dejadas en manos y al control de los clanes más poderosos y organizados, lo que dificulta siempre incluso a los mejores salir de la marginación. Vida de chabolas, y los “slumdog millionaire” son pocos, y a menudo solo existen en el cine.
Cientos de miles de gitanos fueron víctimas en los campos de exterminio, pero nunca han sido resarcidos con una tierra, con un sentido de deuda y de simpatía por parte del resto de la población. Nunca han crecido los anticuerpos que hacen que, por suerte nuestras sociedades reaccionen frente a los signos de reaparición del antisemitismo. Así pues, sin anticuerpos, el antigitanismo atraviesa con insistencia las mentes en tiempos de crisis y señala a los gitanos como diana del mal humor, del malestar social, de la crisis económica, del miedo, mientras cae la cohesión social. No ayudan las medidas legales que se están tomando en otros países, que aunque técnicamente respeten la ley, son indicadoras de una grave señal social: la señal que alienta a culpar de la crisis y a buscar la solución, siempre, alejando a los demás. Da seguridad al instante, alienta la intolerancia y la división social, y la caída del sentimiento de humanidad a largo plazo. Puede costar caro con el tiempo. A Francia, a Italia, a Europa.
Tras la piedad, como siempre, sale la palabra de orden sobre la legalidad y los estilos de vida. Parecen soluciones para los ciudadanos “normales”, pero no tocan para nada el problema de cómo trabajar para integrar a los gitanos en la sociedad europea e italiana.
Muchas soluciones que han intentado aplicar las administraciones en Italia no han sido eficaces porque medidas positivas, como las de favorecer la escolarización, no han ido de la mano de mejoras en las condiciones de vida, con iniciativas culturales para favorecer la simpatía y el conocimiento entre residentes y nuevos asentamientos, o con iniciativas de creación de campos legales con los servicios apropiados –al inicio– pero más tarde abandonados a su suerte durante años, como en determinados barrios difíciles del sur de Italia.
La Comunidad de Sant’Egidio invita a salir del clima sobrecalentado que corre el peligro una vez más de impedir buscar soluciones de verdad y de aumentar, por el contrario, una división entre “buenos” y “malos”. Se pueden idear iniciativas inteligentes y constructivas, a largo plazo, para integrar a los menores rom como una respuesta real y no ocasional para encontrar soluciones a una cuestión social de pequeñas dimensiones numéricas pero de gran y excesivo impacto emotivo.
Es una oportunidad para crear el tiempo de la legalidad, pero también de la humanidad y de la inteligencia. Toda inversión hecha en este campo debe estar orientada hacia la integración social.
Con algunas reglas básicas:
- Que ningún desmantelamiento de asentamientos abusivos o degradados se produzca sin una solución contextual mejor: de lo contrario hay el peligro de dispersar los núcleos familiares, de perder contacto con las historias individuales y de recrear pronto otros asentamientos abusivos difusos y de aún más complejo control, con dificultades añadidas en el plano del orden público y de la continuación de la integración escolar.
- Que los asentamientos legales, o con servicios, sean promovidos y supervisados, que aumenten en ellos los servicios comunes no solo de base (y cuando sea posible, que se pase a iniciativas residenciales adecuadas) y que se lleven a cabo iniciativas paralelas, culturales y de mejoras del entorno, de modo que se favorezca una alianza y no una contraposición entre los rom y los residentes.
- Que se intensifique el trabajo para una escolarización generalizada de los niños rom, con becas de estudio para los menores y de mínimo de subsistencia para las familias, con apoyo escolar, con incentivos para los mejores, que pueden gozar, del mismo modo que para todas las demás iniciativas de integración y de mejora de la calidad de vida, con el apoyo de la Unión Europea.
La Comunidad de Sant’Egidio ya lo ha experimentado y puede demostrar resultados de gran eficacia y que contradicen la tendencia de los bajos resultados y del abandono escolar habitual.
- Programas de inserción laboral protegida, basándose en proyectos individuales y de grupo, en los distintos sectores productivos del país, de acuerdo con las organizaciones empresariales, con el apoyo y la ayuda para su implementación del sector de voluntariado más presente en las distintas realidades locales de la vida del pueblo rom.
Son condiciones básicas para el éxito que se intervenga al mismo tiempo en los distintos niveles y que las actuaciones tengan una duración prolongada. Todo ello tiene la ventaja de que el gasto social en este campo podrá dejar de ser en muchos casos gasto de emergencia “a fondo perdido” y pasará a ser actuación estructural para reducir la pobreza crónica y la marginalidad de las nuevas generaciones.
La cuestión de los gitanos, de ese modo, podrá aspirar a convertirse en un tema del pasado y, finalmente, en una conquista de civilización para toda la sociedad del país. |
