Con motivo del Día Mundial del Refugiado, la Comunidad organiza vigilias de oración en varias ciudades italianas y europeas para recordar a los hombres, las mujeres y los niños que han perdido la vida en los viajes de la esperanza hacia Europa.

Son muchos, demasiados. Sin ir más lejos, ayer en nuestras costas, tuvo lugar otro naufragio.

El 2011 fue un año récord, el número más alto de refugiados en el mundo desde el inicio del siglo: 800.000 personas.

Benedicto XVI ha manifestado la preocupación por la situación de tantas personas "obligadas a huir de sus propias tierras, porque están amenazadas por los conflictos armados y por graves situaciones de violencia" y ha afirmado el compromiso de la Santa Sede por el respeto de sus derechos.

No todos los migrantes consiguen llegar a la meta: muchos, nadie sabe cuantos, no consiguen tan siquiera llegar a las costas del norte de África porque mueren en el largo camino a través del desierto. Otros encuentran la muerte en el Mediterráneo. En 2011 Italia tuvo la triste primacía en número de prófugos muertos durante el viaje para alcanzar sus costas, más de 2.200 personas. Ayer se conoció la noticia de 8 refugiados que desaparecieron en el  canal de Otranto. Son hombres, mujeres y niños que huyen del hambre, de la guerra, de las persecuciones por las que en muchas partes del mundo todavía se muere. Son seres humanos tan desesperados que ponen en riesgo sus vidas para llegar a la orilla de Europa por la salvación que representa para ellos y sus propios hijos.

Las vigilias de oración significan no olvidar la esperanza de tantas personas y el sufrimiento de quien busca refugio y no resignarse a las tragedias sino comprometerse por un mundo más humano y justo.